martes, 3 de enero de 2023

Manifiesto insoslayable (Constanza Márquez)

“(…) Pide a cada poeta su visión desnuda de las cosas, limpia de estigmas ancestrales; una visión fragante, como si ante sus ojos fuese surgiendo auroralmente el mundo”.

Borges, Manifiesto ultraísta. 1921


Esto soy, un libro con hojas en blanco, una pluma inserta en el tintero, la bruma que toma forma de algo, la mirada que espera inquieta vislumbrar algo que la inquiete; así, en mi afán por tropezar con el sentido he encontrado en mi absurdo un motivo imprescindible.
Una poderosa fuerza capaz de reprimir la soledad, esa a la que el mundo yace tan acostumbrado; la amistad halla su camino en recónditos parajes al tiempo que lucha con la ambivalencia de su concepción tan desentendida de objetividades, es incierta, porque no sabemos interpretarla en la infinidad de sus formas, también una consecuencia, porque debemos de sembrarla para hacernos de sus frutos, paradójicamente representa la confluencia entre el uno y su esencia, pues se trata en gran parte de una fiesta de percepciones de la cual nos llevamos nuevas perspectivas que forman el ser, su carácter y su filosofía frente al mundo. La inesperada magnitud que arrasa tiempos de martirio se constituye también como pilar del amor, el primer amor, genuino y efímero, uno insoslayable para la experiencia y el recuerdo.
Los amigos son por tanto el motor primario, mínima unidad de la necesidad más humana; todos constituimos, sin darnos cuenta, el choque más exacto del absurdo, todos y cada uno nos hallaremos sometidos incontables veces en la vida al despedazamiento de la esencia, es decir, que sometidos a la fuerza cobramos significados insospechados y a veces distantes a los que podríamos otorgarnos.
De un punto hasta aquí cabe preguntarnos: ¿Qué es la amistad? La respuesta resulta tan concreta como incongruente, pues la fuerza que implica resulta para el ser una masa indescriptible de sensaciones, momentos, derechos y responsabilidades mantenidos durante un tiempo indeterminado, un pasaje que deja huellas, una connotación humana de la que no escapamos y que igualmente es tardado en cuestiones de encuentro.
Pero la amistad también es en gran parte un logro, figura un entramado de representaciones mentales sostenidas en el tiempo que envueltas en un manto resuelven la complicidad metafísica y permanente, aquella que no necesita de la presencia de otro para establecer el lazo, finalmente instituye una meta, porque en el lamento de un mundo gigante el encuentro con el otro es una suerte de destino.



lunes, 19 de diciembre de 2022

¡Perdido en la ciudad! (Romina Loman)

Qué extraña historia es esta. Me siento como atravesando una región en la que hay zonas diurnas y nocturnas.
Una mañana estaba ahí sentado, en un banco de madera, el brillo del sol me daba justo en la cara, el aire fresco soplaba en dirección al río, un paisaje tan luminoso y colorido, el aroma que desprendían las plantas, todo era tan natural. Y yo ahí, sentado sin saber qué hacer. Aún no encontraba la forma de encarnar mi lineada. De pronto, me puse a recordar esos años de juventud cuando me miraba al espejo y me veía tan solo, no podía encontrarme entre tanta gente.
Casi siempre me preguntaba: ¿Realmente sé quién soy? A veces parecía que nada de eso que me rodeaba era suficiente. Me sentía solo. No encajaba.
Cuando abría los ojos cada mañana, me veía en la gran ciudad caminando por las calles y siendo uno más de ellos; todavía recuerdo esa sensación como si fuera ayer. Dejar mi pueblo fue una decisión difícil.
Recuerdo una de las tantas mañanas de febrero:
–¿Qué es tanto barullo? –me preguntaba con los ojos entreabiertos, recostado en mi cama y un poco desorientado. “PIIII-PIII-PIII” sonaban bocinas; “WIIIUUUU-WIIUU-WIUUU” las sirenas de una ambulancia. No era necesario el “RIN RIN” del despertador cada mañana porque el motor de los autos, el ruido de los urbanos, la gente que va y viene por la calle Salta eran suficientes para no poder conciliar el sueño después de las 5 am. Me asomé a la ventana para ver qué sucedía y ¡Pummm! volví a la realidad. No encuentro a nadie a mí alrededor.
Curiosamente, la calle que pasa frente al edificio amarillo, ya muy deteriorado, conecta al río Paraná. La costa se alcanza a ver a lo lejos y esa imagen perfecta, como si fuera una fotografía bien tomada, logra hacer brotar en mi interior una sensación de tranquilidad como si fuera un escape de toda esta locura.
Me dirijo a un séptimo piso, a la terraza, desde ahí no alcanzo notar a nadie más que el flujo de agua que se pierde en el horizonte. Remotamente todo parecía muy tranquilo. De pronto, la mente me juega una mala pasada. Rápidamente bajo las escaleras. El café está listo. Las noticias hablan de asesinatos, muertes y drogas. ¿Qué hago aquí?, me vuelvo a preguntar.
De repente, mi estado de ánimo cambiaba. Decían mis amigos de la facultad que era la falta de costumbre, la nostalgia de la familia. Y así pasaron los meses, incluso los años y todavía me siento atravesando una región en la que hay zonas diurnas y nocturnas, felicidad y soledad, pero sin entender muchas cosas. El bocinazo de un auto me hizo volver a la realidad y seguía encarnando mi lineada sin poder lograrlo.

Sobre la autora:
Romina Alejandra Loman tiene 24 años y es de Campo Viera, Misiones, lugar donde nació y reside actualmente. Le gusta escribir ficciones partiendo de sus emociones, de lo que siente, vive, etc. Es profesora en Letras, se recibió en la UNAM, en Posadas, Misiones.



martes, 6 de diciembre de 2022

In-naturale (Florencia Villanueva)

Ciegos, sordos, mudos.
Coexistimos aislados,
uno al lado del otro.
Tan imperfectos,
tan frágiles,
tan solos.

Marginados y adinerados,
reconocidos e invisibles.
Vos, yo y ellos.

Te veo pero no me ves,
y vas mirando como sin mirar.
No ves a nadie,
solo tu reflejo en los cristales.
Sonreís y saludás como un autómata,
altivo cual romano.

Seguís adelante sin vacilar.
No hay lugar para las dudas.
Firme, confiado e inmutable.
Vas haciéndote paso ante la multitud.
Uno a uno, pasan a tu lado.
Almas, vidas y muchas historias.

Vos, comiéndote el mundo,
un bocado a la vez.
El blanco fijado está.
Tus ojos refulgentes no mienten.
Gozosos como nunca antes,
cantan victoria.
No hay dudas, solo certezas.
El mundo oirá de vos.

Sobre la autora:
Florencia Villanueva, nacida y criada en la ciudad de Posadas, es profesora de Lengua y Literatura en el nivel secundario y a sus 30 años ejerce en varias escuelas privadas y públicas de la ciudad.
Su fascinación por la literatura tuvo su origen a muy temprana edad. Rodeada de libros, cortesía de su madre (maestra de grado), no pudo escapar de los intrigantes y mágicos mundos presentes en la literatura. Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Edgar Allan Poe, George Orwell, Alfonsina Storni e Isabel Allende son algunos de los faros que guiaron su camino como lectora, docente y escritora.
La literatura la ha acompañado en cada paso de su vida y pretende compartir la magia de la literatura con sus estudiantes.
Si bien disfruta de la escritura de textos breves y poemas en su tiempo libre y de manera amateur, pocos de ellos han visto la luz. En 2016, ha participado en el concurso de la revista literaria "Juglaría" y su poema titulado "Los recuerdos" fue seleccionado y publicado en ella.
Actualmente, comparte algunos de sus escritos a través de Instagram pero próximamente habilitará una página web donde compartirá sus textos de manera periódica.

Redes sociales:
Instagram: floppibet
Facebook: Florencia Villanueva



martes, 1 de noviembre de 2022

"Hay que escribir sin miedo"


Posadas Lado B presenta “En Boca de autores”, un nuevo podcast de entrevistas para conocer el otro costado de los artistas. Obra, influencias, reflexiones y desafíos.

En este capítulo Andrea Zayas nos revela los desafíos de animarse a publicar, la lucha contra los prejuicios y como convive entre la abogacía y la literatura.


Escuchar y bajar en Ivoox

Escuchar en Spotify  Programa N° 2: Andrea Zayas

Conducción y producción: Belén Laft, Cecilia Salazar, Fabián H. Medina, Matías Espinoza   

Música: “Verte Bien" por Seis Meses de Invierno 

Fotografía: Lautaro Moraez

lunes, 24 de octubre de 2022

Casi se fue, y no Navidad (Florencia Gianini)

Me había levantado hace unas horas, no hice más que observar la ventana y lo que había en el exterior. Algunas flores que eran de mi madre, otras que solo persistían gracias al dolor de sus espinas, eso veo desde aquí.
Hoy quise comer, pero no hallé un lugar cómodo, ni una comida (no había), entonces me tiré en el suelo a ojear unas cartas que solía usar a veces como nave espacial con la que podía ir a donde más me gustara, hacia el lugar con el que tanto sueño, lleno de manjares y leche caliente. Revoloteo un mazo y terminan en el suelo, así como yo.
En mi cabeza, creo que soy fuerte, como una casa de ladrillos, ¡la lluvia no la derrumba ni con una tormenta! Pero aún seguía en el suelo y mi madre ya no estaba para colocar un balde en la gotera o subir al techo y tender una lona. Sé que se ocupó de que no tuviera frío, porque sobre la silla yacía su único abrigo. Pobre mamá, ¿estará en un lugar calentito? Supongo que sí, me gustaría estar con ella, pero se ha ido.
Unos ruidos nacieron de mi estómago y supe que eran ellos otra vez, los soldaditos del hambre. Mamá me reveló que cada vez que mi panza crujiera, estos se encontrarían luchando en una batalla contra las ganas de comer; en ese momento solté “¿Y cuándo van a dejar de hacer ruido? Me molestan, mami”; le costó contestarme, como de costumbre, “Hay dos maneras, comiendo o ayudándolos. Sólo necesitan saber que estás de su lado y que los comprendés, para eso tenés que decirle a tu mente que pronto se acerca lo mejor y que todos sabemos que van a triunfar, como siempre. Por supuesto que dejarán de lanzar bombas en tu pancita, hijo. Algún día dejarán de hacerlo”. La abracé, jamás me cansaba, pero mamá hoy en Navidad no aparece y estoy encerrado sin poder saludar a los vecinos, grito, pataleo, lloro, caigo… y finalmente, me duermo.
Risas se escuchan a unos metros y Javier se retuerce, un poco, para acobijarse y no perder esa felicidad en su profundo sueño y otro poco por la perseguidora incomodidad del suelo. La alegría se intensifica y parece aproximarse para tocar la puerta de su penoso despertar solitario; adormecido, frota su ojo derecho con su mano favorita y mira por el recuadro de madera plástica al que le llama ventana, los niños corren con destellos de luz en sus dedos y el pequeño no entiende esa magia que desprenden, no sólo de sus dedos sino de sus sonrisas, sus rostros; era inalcanzable, lucía imposible y eso para Javier en la tan ansiada noche del veinticuatro se convirtió en plegaria. Recordó a su madre tan lejana entre el vacío de las cuatro láminas y el sonido de los fuegos artificiales, ya ni las flores podía ver. Quería una víspera con su madre, la quiere a ella por sobre todos los regalos, porque desde que tiene memoria, sentía que Dios le había dado el presente más hermoso de la vida: su mamá, que hoy sólo estaba en su memoria. No le importaban sus promesas o sus ojeras oscuras, ni mucho menos los ojos con los cuales una vez tuvo una conversación intensa que sólo ellos comprendieron.
Asustado se recarga contra la lámina junto a la silla que raramente usan y el golpe hace que sus labios comiencen a temblar a medida que los pasos se acercan y, en un intento de bloquear el miedo, cubre su cara con los brazos en forma de cruz. La luminosidad tiñe la habitación y el pequeño voltea su mirada hacia la puerta abierta de par en par esta vez, lágrimas caen por sus mejillas y algunas quedan en sus pies descalzos. Ha llegado su ángel y trajo consigo más de lo que Javier podría pedir, como si todas las navidades desprendieran de los años pasados: un árbol lleno de vida y frutos de todos los colores. Y esta sería su Navidad, porque su madre ahora está en el cuarto y le da un abrazo al niño, con una bufanda en el cuello y un plato repleto de ensalada en la mesa.
–¿A dónde has ido… mamá?
–No pude decírtelo, pero hoy por fin es Navidad. No podía llegar a casa con las manos vacías, otra vez, con los zarpazos en mi corazón destruido. Tenía que repararlo para ti, mi hijo –lloró tanto, que mocos salían de su nariz– pero he de lamentar haberte dejado a merced del borde. –Aún faltan cinco minutos para las doce, ¿podemos salvar la Navidad? –y se fueron a la calle, a un mejor lugar para vivir. Porque el destino quiso que el milagro los persiguiera hasta el último día de sus vidas.

Sobre la autora:
Florencia Gianini, 17 años, nació en Paraná, Entre Ríos.
De chiquita sus papás le leían cuentos infantiles, como "El Cascanueces", "Caperucita Roja", "Blancanieves" y demás clásicos, que terminaba memorizando, a los tres años aprendió a leer y sus maestras jardineras le pedían que leyera cuentos a la clase. De allí, con el paso del tiempo, su amor por las palabras, los relatos, los libros, surgió. Comenzó a acercarse al mundo literario a los trece años, con cuentistas de diversos géneros como Oscar Wilde, Julio Cortázar, Edgar Allan Poe; se sumergió en las novelas, el suspenso, la ciencia ficción, el drama y la fantasía, obras como "El Principito" de Antoine de Saint-Exupéry y "Grace" de Richard Paul Evans la conmovieron; no muy lejos de la adolescencia, continuó con el grandioso descubrimiento de la poesía, tomando de referentes a Alejandra Pizarnik, Charles Bukoswki, Mario Benedetti y Alfonsina Storni.
Lo que inició como un gran interés no dejó de despertar pasión en la joven escritora, que a los doce años expresaba sus vivencias a través de poemas de verso libre y en la actualidad escribe cuentos, relatos y poemas, como "La Viajera" (2020), "Casi se fue, y no Navidad" (2021), entre otros. Desde que participó de una sección de poesía en el evento llamado "Rápido y Precoz", quedó encantada con la experiencia, y se encuentra muy contenta de poder compartir sus textos en futuras posibilidades; como remarca Florencia: "El arte nace para encontrar alas, y de casualidad, te lleva de paseo".




lunes, 10 de octubre de 2022

Dolor de amor (Karupé Martínez)

Muchas veces se me dijo que el amor no debe doler
pero esas señales del sistema nervioso poco importan al querer.
Las tías que pellizcan cachetes lo entienden,
también las madres a punto de ser.
Los padres que ignoran sus rodillas punzantes por un abrazo alzado,
y los amantes que adoran morder.
Incluso los donantes de sangre,
los rescatistas,
los bomberos,
y las prostitutas masoquistas,
que por poco y nada entregan sus cuerpos al que más lo necesita,
dando amor en algún aspecto, allí en lo impersonal.


Están quienes, parados frente a la fila de la fuerza, llenos de amor por la causa, reciben esa bala de goma, mientras la viuda llora por el querer que perdura mientras la vida avanza.
Y yo me pregunto si la frase fue mal pensada
Porque el amor duele
y mucho.
Aunque, es cierto, rotundamente,
que no debería con intención y sin premio, herir.


Sobre la autora:
Karupé Martínez, de 23 años, es una estudiante, docente y artista oriunda de Posadas, Misiones. Su relación con las palabras y las artes plásticas inicia en su niñez y florece en su adolescencia, desembocando en su elección por la carrera de Letras y en una constante creación y consumo de arte.

Instagram: @karupe.99 y @karupe_arte; YT: Karupé




lunes, 27 de junio de 2022

Azul marino (Raquel Waldow)

Se desanuda la corbata azul marino, esa reservada solo para ocasiones especiales, mientras pensaba que el nudo se sentía mucho más apretado que de costumbre.
Se descalzó los zapatos de cuero con mucho cuidado y los guardó, sabía que no se podía volver a permitir un lujo semejante por mucho tiempo.

Tiempo.
Tiempo. Pensó mientras se sacaba el reloj pulsera.

Buscó los puchos escondidos, también reservados para ocasiones especiales, se ubicó en el balcón del departamento de alquiler desde donde no veía otra cosa que edificios más altos que el suyo mientras pensaba, cuántas noches de corbata azul marino y pucho le sobraban.

Sobre la autora:
Raquel Waldow, 32 años, es oriunda del departamento de Oberá, provincia de Misiones. Su vínculo con la escritura se ha enriquecido durante el período de pandemia. Ha realizado cursos con los/as escritores/as Mercedes Romero Russo, Aníbal de Grecia, Luis Mey, Kari Wain, Raúl Novau.

Ha participado en las siguientes antologías:
- Antología digital Reviro textual (fan page) 2020-2021.
- Hasta la Corona, Antología. Cultura Oberá. 2020

Eventos en los que ha participado:
- Grupo de lectura “Tertulias de Júpiter”, organizado por Reviro Textual. Oberá, 2020.
- Recital de poesía “Poesía atómica”, evento realizado por Reviro textual. Oberá, 2021

Instagram: @waldow.raquel



lunes, 20 de junio de 2022

“Para escribir hay que despojarse de los preconceptos y no dejarse intimidar”


Posadas Lado B presenta “En Boca de autores”, un nuevo podcast de entrevistas para conocer el otro costado de los artistas. Obra, influencias, reflexiones y desafíos.

El primer entrevistado del ciclo es Lucas Martín Báez, escritor posadeño autor de los libros “Vivencias oníricas y otros cuentos” (2017) y “Relatos que cuentan” (2020), quién contó su experiencia en la autopublicación y brindó una serie de recomendaciones para los que quieren iniciarse en el camino de las letras.









En Boca de Autores - un podcast de Posadas Lado B

Programa N° 1: Lucas Martín Báez

Conducción y producción: Belén Laft, Cecilia Salazar, Fabián H. Medina, Matías Espinoza

Música: “El buen sol” por Canoa

Fotografía: Lautaro Moraez




En Ivoox En Spotify


lunes, 13 de junio de 2022

Valentín (Santiago Raasch)

El Valentín comienza todos sus días convencido de que esa es la única solución a tanto dolor. Apenas despierta, un lamento viene a su mente ‘¿Por qué yo soy yo?’ Deberá actuar como fingidor y así nuevamente empezar el trabajo de autoconvencimiento para seguir librando una lucha contra esa certeza que lleva adherida a su alma. Esa tarde deberá convencer al psicólogo de que todo va bien, quizá hasta podría convencerse a sí mismo. En realidad, él sabe que los intentos de engañarse siempre resultan frustrados; todo lo que conseguiría sería construir figuraciones circunstanciales y provisorias de un yo en permanente descomposición.
Ese yo fingidor viene estando tan cansado que le resulta difícil buscar nuevos personajes para habitar. Aquellos armazones, construcciones y deformaciones de sí mismo hechas para sobrevivir un día más, o tal vez un par de años más, son fugaces ilusiones de plástico germinadas en la liquidez de las redes sociales. La idea del autoconocimiento propuesta por el Roberto, su psicólogo, lo asusta porque tiene miedo de encontrarse con algo extraño. Quizá sí existan las esencias y, entre palabras y más palabras, podría llegar a encontrarse con un monstruo.
Los últimos años viene tejiendo citas, intentando armar un yo significante, pero la fragmentación en tantos personajes genera intersticios de saudade y dolor. De repente, en una especie de metaficción, se ve a sí mismo al borde de las fisuras entre sus personalidades, como si fuese otro actor más (bien chiquitito) analizando su gran monstruo de Frankenstein, pero, sin embargo, paralizado por el vértigo. Una de las fisuras toma otra dimensión y se transforma en un gran precipicio y ese Valentincito se apega lo máximo posible al muro de miedos irracionales que tiene detrás.
–Pero, Valen, vos siempre culpás al mundo, dando a entender que te hicieron monstruo ¿A ese monstruo lo hizo el mundo o lo hacés vos mismo? –dice el psicólogo.
Se quedó en silencio. ¿Cómo se lo explica? ¿Valdría la pena explicárselo? Quizá el “no sé” que balbuceó era un intento inconsciente de no pensar en la existencia de otra hendidura más en su vida, en otra zona gris o interfaz. No quería pensar en clave de dialéctica entre monstruo y monstruosidades o, de nuevo, volver a esa idea de una retroalimentación interminable de repeticiones incontrolables de dolor y saudade de un yo encontrado una y mil veces en otros.
De alguna manera, él sabía que no moriría a causa de una enfermedad física y que tampoco llegaría a viejo. Existían muros sí, él moriría delante de ellos, pero no eran los muros de Troya. La memoria de su muerte prematura (¡tan joven y bello!) se esfumaría así como desaparecen las historias de Instagram. La lucha librada entre esos muros hizo a los últimos diez años una eternidad para el Valen, una batalla dentro de sí y, por momentos, contra sí mismo. Un bucle propulsor de una pesadilla sin inicio ni fin ni medio.
La batalla era, tomaba cuerpo, respiraba y se alimentaba del dolor. El Valen solo podía resistir un poco más. Esa cosa impregnada a su ser se regocijaba en la misma tortura de dejarlo sin aire constantemente, de sostenerlo solito en un mar de nada con horizonte de azul vacío. El mar infinito visto desde la canoa imaginaria era su Círculo personal, allí se proyectaban reiteradas veces fantasmas de su pasado, todos esos “no puedo” de presente insoportable y desastres improbables de futuro inexistente. ¿Quién arma este mundo posible? Si él era el dios supremo de esa realidad, ¿estaría construida a su imagen y semejanza?
¿Eso era él entonces? Él no sabía si allí radicaba definitivamente su esencia, si lo trascendente era en suma ese dolor que perduraba más de lo soportable. Él opta por dejarse envolver en otras figuraciones una vez más, por renovadas metáforas para que su cuerpo siga haciendo semiosis. ¿Será infinita? No tan convencido de qué tropo encarnar, pero seguro de que es la única manera de seguir existiendo: redescribirse en un nuevo río metafórico. Se pone a escribir al borde de un barranco frente al arroyo Torto, apoyado en las rocas y con la computadora en el regazo comienza a fingir la dor: Había una vez un gurí llamado Santiago…

Sobre el autor:
Santiago Raasch tiene 25 años, nació y vive actualmente en el pueblo de 25 de Mayo del interior de la provincia de Misiones.
Su vínculo con lo literario se da principalmente al realizar las carreras de Letras en la ciudad de Posadas. En este ambiente, siente gran afinidad por la escritura de Fernando Pessoa.
En sus escritos se destaca la impronta de los cruces idiomáticos con el portugués y el carácter autobiográfico de esas pequeñas ficciones.
 



lunes, 30 de mayo de 2022

Coraza (Fernanda Hermosilla)

Con razón siempre coraza
Nunca luz de afuera
Nunca luz de día
Con razón siempre escondida
Cofre adentro
No llovizna

Con razón bajo el mar
Mundo abajo
Nadie puede llegar
Con razón no luz de día
Con razón cofre adentro
Bajo el mar
No llovizna

Con razón siempre coraza
Escondida…

Sobre la autora:
Fernanda M Hermosilla nació en Posadas, Misiones un 13 de agosto de 1998, actualmente tiene 23 años. Desde pequeña escuchaba recitar a su madre poemas de Alfonsina Storni y Calderón de la Barca, pero no fue hasta su adolescencia que se animó a escribirlos ella misma. En 2019, hizo una presentación en “viernes de poesía” donde otros poetas también participaron y, en 2020, participó de un concurso para publicar su antología poética titulada “Un jardín debajo del mar”, el cual no ganó.
Amante de la poesía, la naturaleza, la música, la fotografía y todo tipo de arte.
Actualmente vive en la ciudad de La Plata donde estudia Artes Audiovisuales.

Redes:
Instagram personal:

Instagram de poesía:




lunes, 16 de mayo de 2022

Parte de dormida (Micaela Viera)

Tengo cosas que decir:
Es jueves
y el día,
todavía no termina.
Me quiero ir,
pero no sé adónde.
Di parte de dormida un par de semanas
Me desayuné todas las telarañas
que se tejían por la noche
mientras yo dormía
(o trataba)
Poco a poco me enredaba
entre el óxido
de la vida

Recordando a Hesse:
“Quien no encaja en el mundo,
Está cerca de descubrirse a sí mismx”
Me siento cómoda en el desencaje general

A veces es mejor un silencio compartido
A mil gritos de ironía

Sobre la autora:
Micaela Viera (Mic) nació el 27 de julio de 1995 en Jardín América donde residió hasta mudarse a Posadas, hace 9 años. Estudiante de Antropología Social y de Sonorización y Musicalización, hace converger en sus escritos el resultado de haber sondeado varias actividades de interés desde mitaí. En la primaria, participó de recitales de lectura y escribió cuentos cortos. En la facultad, comenzó a militar desde el primer año, condición que la sumergió progresivamente en la literatura científica y no científica de tintes revolucionario, feminista, etc. recorriendo autores como Antonio Gramsci, Eduardo Galeano, José Chico, Paulo Freire, Gioconda Belli, Erich Fromm, Juan Solá, George Orwell, entre otrxs. Habituada siempre al anotador y birome, comienza a incorporar el registro y revisión de los propios procesos que va atravesando durante su formación.
Con el inicio del confinamiento, empieza a registrar los procesos de forma más lúdica. Jugando con la disposición del relato en general y de las palabras en particular. A este recurso, en principio de catarsis personal, le añade la mirada antropológica de cuestionamiento para desarmar etnográficamente los entramados hegemónicos de las formas de existencia, de pensamiento, que la rodea y la mayoría de las veces la atraviesa (siendo consciente de nuestro derecho a la diferencia pero inevitablemente -y en algún aspecto- portadores de las contradicciones de los tiempos que habitamos). Define a este primer copilado de tono íntimo, que oscila entre temas como la misantropía hasta la propuesta de un activismo alimentado por deseos de revolución, libertad y justicia, Antropoesía.

Publicaciones: 
- Digital: esporádicamente en Instagram. 
- Gráfico: en alguna nota para mis amigxs y en cuanto papel se me cruce (ni me vaya’ dejá’ un Word abierto).

Participación en TDB (TIMBÓ DE BIBLIOTECA) Ciclos en enero del 2021, evento autogestivo de la comunidad artística jardinense en la Biblioteca Popular Ernesto Sábato de Jardín América, recitando cuentos cortos de Galeano y “Desfallecer” (de su autoría).





lunes, 2 de mayo de 2022

Enmarcado (Nadya Mazur)

Hoy no habrá mucho misterio, en serio.
Me levanté y tomé las vitaminas. El ruido parecido al reloj del horno me dice que ya hay algo haciéndose, diciendo: soy tu almuerzo.
Abro la puerta, cierro rápido y veo el cielo, tan pulcro, tan suave como tu mejilla a la medianoche.
Me interrumpe el rociador con alcohol siendo esparcido por toda la cocina. Me pregunto cuántas motas de polvo quiere mover, por qué se empecina tanto en castigarse las manos.
Sigo afuera, veo la hoja de una palmera. No es chiquita, es mediana, caída en medio del corredor. La levanto, la tiro al pasto con cuidado para darle tiempo a las harmagatas a correrse del peso. Queda el hueco que tiene boca arriba y pienso en los mosquitos y en que por ahí llueve y la doy vuelta. Quizá les viene bien la sombra a los duendes del jardín. Me los imagino tomando tereré y en plena algarada organizando la próxima incursión al lavarropas para saquear medias.
Me silban, es él, desde la reja de su casa que está frente a la mía y lo saludo, le tiro besos, muchos besos.
Me interrumpen esta vez las lágrimas, por el peso de todo aquello sobre lo que incursiona mi mente al momento de saludarlo.
Quisiera abrazarlo, pero una calle demasiado larga y la reja de su casa me lo impiden.
Vuelvo a pensar en que quizá llueva y este no sea el otoño que soñé, no sea el preludio del invierno que quiero. Saco con cuidado una flor, la que siempre estuvo en el cantero de casa. Es blanca, hermosa, y al entrar la guardo dentro del libro porque no tengo fotos de vos, pero si puedo detener el tiempo en ella, esperar a que seque y luego enmarcarla, sé que ahí estarás, como estuviste en mi mente ese instante. Espero con todas mis ansias y ganas que tu invierno sea invierno y yo un poco tuya al fin.

Sobre la autora:
Nadya Mazur se ha llegado a olvidar cuántos años tiene, ahora sabe que cumplió 23. Es de Oberá, su patio tiene una lluvia de oro, un durazno y había un limonero. A su perro lo nombró Draco por la primera saga que leyó a los 11. Vivió lo típico de Wattpad; no le gustó nada. Por suerte su mamá trabaja en la biblioteca pública y siempre dispone de cualquier libro que quiera. ¿Será que por eso estudia Letras?
Tiene un amigo al que felizmente llama padrino lectural de Kundera. Mati la llevó por el suave-deslumbrante-inquietante camino de la poesía y desde entonces ama los poemas de Cortázar. Antes de todo esto, en secundaria publicó dos cuentos: 'Rojo' y '36 Años Luz', gracias a certámenes literarios del país. Siempre escribe y apoya todo aquello que sea autogestivo, naciente, creciente, porque para ella y su Dios Osiris todxs tienen algo que decir.



lunes, 18 de abril de 2022

Personas (Magdalena Irrazábal)

¿Sabés cómo caminan las personas rotas?
Para empezar, caminan lento. Imaginalas caminando con pausa, la pausa de quien carga un vacío que lo corta de flanco a flanco, o de norte a sur.
Evitan los ruidos, los tumultos, los colectivos y bocinas, las salidas de los colegios y de las fiestas. Tienen tal barullo adentro que buscan el silencio en todas sus formas. El de la siesta, del río contra la orilla, de la lluvia en el asfalto caliente.
Debés haber visto miles. Las personas rotas andan por todas partes. Acarrean huecos más grandes, más chicos. Partidos de arriba para abajo, de un costado, o con huecos tan grandes que sólo se les ven los contornos.
Pero siempre caminan. A paso lento por los bordes, por los silencios, por abajo del techito en la vereda. Como vos, como cualquiera, esquivan las baldosas sueltas y las cacas de perro, esperan alguna que otra vez el semáforo y sueltan con naturalidad el saludo protocolar “adiós…” cuando se cruzan a un conocido lejano.
Sólo que todo, todo, lo hacen con los pies levemente elevados sobre el suelo.
Las personas rotas sanan por los ojos.
Cuando miran para arriba, les entra la luz cálida, llena de historias, que sale de las ventanas. Las paredes les hablan. La ciudad les esconde árboles, gallos, tigres, caras y causas que gritan en silencio.
Las palabras, ficciones y poemas se atan unos a otros como hilos, les penetran la piel una y otra vez. Punto a punto les van cosiendo un lado con el otro, hasta que el surco se cierra.
Ahora ya sabés. Podés verlas, o serlas, cuando el mundo frena, y todos los pájaros vuelven a sus nidos.

Sobre la autora:
Magdalena Irrazábal tiene 30 años, nació en Posadas, Misiones un 19 de junio.
Cuando tenía unos 8 años leyó Moby Dick, su primer libro, y desde ahí no pudo parar. Nadie le había contado que su repisa estaba llena de ventanas a vidas increíbles para escaparse a jugar. Desde entonces hizo decenas de amigos: lloró con Mario Benedetti y Laura Alcoba, se transformó con Herman Hesse, voló con JK Rowling y Cornelia Funke, y hoy está particularmente obsesionada con sus viajes de la mano de María Nsue y Chimamanda Ngozi Adichie.
Incluso antes de Moby Dick ya escribía, con mucha fiaca pero igual persistencia, en sus cuadernos, que fueron creciendo con ella y convirtiéndose en tomos de autobiografía que nadie lee. Escribir la ayuda a pensar. La primera vez que escribió para alguien más fue en el taller de Carla Curti, “Jugar el Texto”, donde además se encontró con otrxs escritorxs que embellecieron su año pandémico.
Actualmente, como a los 8, la literatura sigue siendo la compañía constante que se lleva en su mochila a todos lados. Instagram: @magirrazabal