lunes, 27 de septiembre de 2021

Misterio (María Eugenia Kolb)

Confiar en el misterio,
yo nada sé
de los puntos de esta existencia
polimorfa y constante
que se presenta frente a mí

No sé cómo soy parte
del estar siendo
que se desenvuelve
despliega
y expande.

Yo nada sé
de cómo este cuerpo mío
vive

Envase biodegradable
que me alberga y rememoro,
te habito como inquilina
te decoro como dueña
te descubro diferente
a lo que pensé que podías llegar a ser

Existo en red desde este cuerpo,
y confío en el misterio
que se hace mientras
voy yendo.

Lo que soñamos un día nos alcanza,
y hay que hacerse cargo de haberlo convocado,
de haber abrazado con ansias
alguna ilusión
hasta tenerla disuelta
por debajo
de toda la piel.
Seguir el camino del sueño,
protegida
por el deseo.

No queda otra
más que seguir yendo
y confiar en el misterio
de las cosas que pasan

Hackear la angustia de la incertidumbre
y aceptar que todo pase
porque esa
es la manera de ser del tiempo:
pasarnos por encima
hasta llevarnos del todo.

Así funciona:
en red
nos pasan cosas.
De lejos parece todo
un absurdo pixelado,
y el misterio de la noche
es el reinicio del juego
en el que estamos hasta que
se corta la conexión
y se apaga la luz
o nos hacemos luz
en otro tipo de conexión,
no sé.

Yo nada sé, todo va siendo
Y yo voy siendo en el misterio.


Sobre la autora:
María Eugenia Kolb nació, creció y vive en Posadas, hace ya 30 años. Es profesora y licenciada en Letras. Actualmente trabaja como docente de nivel secundario y terciario.
Desde chica le gusta leer todo lo que caiga en sus manos, a veces de manera dispersa y fragmentaria, otras veces de manera obsesiva. La contracara de la lectura es la escritura a la que abraza como una herramienta de autoconocimiento, y por eso admira a los que escriben buscándose y se muestran. Se escribe a sí misma como destinataria en el futuro y como texto dramático, desde hace tiempo de forma desordenada en papeles sueltos, cuadernos, y alguna vez en perdidos fotologs y blogspots.
Le quiere poner palabras a las cosas que pasan a lo Cortázar pero no le sale y las cosas solo pasan. Se suele aburrir a diario de la rutina pero guarda una especie de esperanza de aprendizaje: hay algo en lo que todavía se repite que le toca aprender. Hizo peregrinaciones por ámbitos muy disímiles movida por el placer de la novedad, de lo desconocido, de lo absurdo. Ha conversado con mucha gente. De todos sus viajes regresó con gusto a su cueva y en esa tensión (inventada para no aburrirse), y otras, transcurre su existencia.




lunes, 20 de septiembre de 2021

Solo su nombre (Carina Pereira)

Era un día nublado y con bastante viento norte. Caperucita impulsaba el piñón de su bicicleta con esfuerzo. Después de pasar por el kiosco para hacer las compras del día, se iría a trabajar por la mañana y a estudiar por la tarde. Ahora vivía sola y tenía nuevas responsabilidades.
Cansada de luchar con el viento y con la calle empinada, Caperucita decidió bajar de la bicicleta. Pero cuando estaba por hacerlo, bruscamente, alguien llegó corriendo y sostuvo con fuerza su manubrio, impidiéndole avanzar. “¿Cómo estás Caperucita? ¿Dónde andabas? ¡Qué atractiva te pusiste ahora!”, le dijo el Lobo, que era un antiguo novio de Caperucita.
Al escuchar esa voz y sentir cómo el Lobo apretaba sus muñecas mientras también sostenía el manubrio de la bicicleta, Caperucita sintió un frío que le recorría la espalda. “¿Qué hacés acá?”, le dijo y tragó saliva. “Te estuve buscando. Hay algo que quiero mostrarte”, sostuvo el Lobo mirándola fijamente con una actitud intimidatoria. “Nosotros ya terminamos. Yo estoy apurada”, dijo Caperucita intentando soltarse de las manos que la sujetaban.
El Lobo, molesto por la respuesta, presionó aún más fuerte sus muñecas. Luego alzó una mano como si fuera a pegarle y finalmente sentenció: “Mirá lo que me hacés hacer. Ya me sacaste la paciencia. ¡Dejá esa bicicleta y vamos!”.
Casi como en un acto inconsciente, Caperucita soltó la bicicleta al mismo tiempo que sus hombros se encogían. La pulsera que llevaba puesta ese día quedaría tirada en el suelo sin que ella pudiera advertirlo. “Caminá hacia la derecha y que no se te ocurra gritar”, agregó el Lobo. Paralizada por el miedo, la joven sentía cómo se ahogaban sus palabras y se le hacía un nudo en la garganta.
El Lobo la llevó del brazo durante tres cuadras hasta que llegaron a un cementerio improvisado con cientos de cruces de madera. “Te dije que tenía algo para mostrarte. ¿Por qué nunca me escuchás?”, repitió el Lobo. Caperucita, desconcertada, empezó a leer las inscripciones de las cruces blancas. Cientos de nombres de mujeres las coronaban tristemente. Cada una de estas mujeres representaba una parte de sí misma. “¿Qué hicieron de ellas? ¿Qué será de mí?”, pensó abrumada.
Siguió caminando asfixiada por sus pensamientos y sin pronunciar palabra, hasta que su instinto de supervivencia pudo más y comenzó a correr. Desesperada y agitada, se movía en todas direcciones, mientras retumbaba en su mente la voz del Lobo: “¿A dónde vas Caperucita? Vení acá".
"¿Tengo que recordarte que sos solo mía?” Estas palabras y los nombres de tantas mujeres muertas la atormentaban. Caperucita seguía corriendo sin encontrar la salida. Hasta que de repente, con una angustia inevitable, reparó en una cruz que se destacaba entre las demás por su altura y porque junto a ella había un montículo de tierra. Giró su rostro y vio al Lobo detrás de ella, a punto de empujarla y repitiéndole: “Te dije que ibas a ser solo mía”. En ese momento, Caperucita alzó la vista por última vez y un fuerte grito estremeció todo el cementerio. Allí mismo, descubrió que la cruz llevaba… SU NOMBRE.

Sobre la autora:
Carina Pereira es profesora en Letras (UNaM), especialista en Alfabetización Inicial (INFoD) y diplomada en Literatura Infantil y Juvenil (UNaM).
Desde 2012, se desempeña como docente de nivel medio y superior. En 2015, comenzó a trabajar como correctora y editora de libros de poesía, que se difunden en la página “Comunis Poética”.
Le interesan especialmente los procesos de mediación, animación y promoción de Literatura Infantil y las prácticas de oralidad, lectura y escritura que se habilitan en torno a ella. Ha participado en mateadas literarias y ferias del libro en Misiones y Corrientes, provincia en la que reside actualmente. El cuento “Solo su nombre”, que aquí se comparte, surge en 2018, como parte de un ejercicio de escritura ficcional inspirado en las propuestas lúdicas de Gianni Rodari y Maite Alvarado.





lunes, 13 de septiembre de 2021

La bifurca (César Batista)

Frente al altar, con la imagen de un Cristo dando su vida por los hombres, se encontraba Denis, recitando una plegaria. Sus manos contenían un rosario, el cual se movía cada vez más a causa del pavor. Con cada oración los recuerdos lo lastimaban más y más. Claro que no lo quiso hacer, o al menos eso confesó cuando las autoridades se hicieron presente en el lugar.

La mañana en que ocurrió todo fue igual a las demás. Se levantó, preparó un mate amargo y se puso a ver el periódico. Le esperaba una ardua jornada laboral. Al finalizar de tomar su mate, caminó hasta la sala y se fijó en un cartel que estaba pegado en la heladera que decía “miércoles 10 de junio cena con hermanos”.

Cuando salió del trabajo, fue hasta el supermercado a comprar algunos alimentos. Ese día irían a su casa sus hermanos. Hacía seis meses que no se veían. La última vez que estuvieron juntos la cosa no terminó para nada bien. Por una vieja discusión fue que casi terminaron a las trompadas.

Aseó la casa y preparó la sala en donde se ubicarían a mirar el partido, porque ese día jugaba la selección por las eliminatorias. El primero de los hermanos en llegar fue Ernesto. Era el más parecido a Denis. De ojos marrones, tez trigueña y cabello negro opaco. Eso sí, Ernesto era de mayor estatura.

Denis trabajaba de gerente en un local comercial, su hermano mayor se dedicaba al taller de automóviles. Ernesto empezó a contar sobre su reciente separación con su esposa, quien había sido la manzana de discordia entre los hermanos. Para no ahondar en el tema, Denis se fue a cocinar, dejando a su hermano en la sala, con la televisión encendida.

Al pasar media hora, llegó a la casa el otro hermano, Octavio. Este era el del medio y siempre se caracterizó por ser el más extrovertido de los tres. Siempre andaba con una sonrisa en el rostro. Apenas ingresó a la casa pronunció unas palabras jocosas. Esa era su esencia. Los dos hermanos se quedaron mirando la televisión.

Octavio y Ernesto sabían que el menor de los hermanos preparaba platos exquisitos, pero que nunca le gustaba mostrar sus secretos culinarios. Las pastas le salían de maravilla, digna de un restaurant gourmet. Entre charla y charla, el ambiente hogareño se fue colando por cada rincón de la casa. Faltaba una hora para que empezara el partido. El periodista comentaba que iba a ser una noche muy dura para los futbolistas, ya que se enfrentaban al puntero, y de perder, quedarían fuera del Mundial. Cuando dijo estas palabras, en la casa sonaron los murmullos, y el aliento no se hizo esperar. Tenían plena fe en que esa noche sucedería algo mágico.

Con gran euforia Denis los llamó a la cocina, en donde ya había puesto la mesa para cenar unos deliciosos ravioles caseros. A los dos hermanos se les hizo agua la boca cuando vieron la comida. El aroma que despedía daba ganas de sumergirse de lleno a los días de infancia, en donde fueron tan felices.

Comenzaron a cenar entre anécdotas, vino tinto y buena energía. Se trató por todos los medios de evitar cierta conversación, que había provocado la bifurca entre los hermanos. Denis no probó un bocado, ya que no le gustaba cenar. Eso sí, compartió la mesa mientras bebía una limonada.

El nerviosismo se podía ver en el rostro de los jugadores, en el rostro de los hinchas, y en el de los hermanos, que estaban pegados a la pantalla. Un tiro libre que encajó en el poste derecho les sacó un suspiro acompañado de alguna que otra palabra. Faltaban sólo diez minutos para que terminara el partido. Todo indicaba que la selección se perdería el próximo Mundial.

En el tiempo adicional, con la euforia y la impotencia, el hermano mayor soslayó a Denis, reprochándole que no hubiera ido hasta su casa. Que era “mufa”. Y entre los gritos del relator, apareció la recriminación que tanto estaban evitando… “¿Por qué me engañaste con Mariana?” y al pronunciar esto el ambiente se tornó tenso. El hermano del medio quiso apaciguar las aguas, pero era casi inevitable que la ruptura de los hermanos fuese para siempre.

Denis recibía las injurias del hermano mayor, insistiéndole en que todo era mentira, que jamás engañaría a su propia sangre. El pitazo final del árbitro coincidió con el portazo que lanzó Ernesto al salir de la casa. Al parecer no había vuelta atrás. Octavio no sabía qué hacer, para dónde ir, había quedado en el medio de la discusión, y optó por retirarse casi inmediatamente.

Los días posteriores continuaron con la ruptura total. Ninguno de ellos llamó al otro. Pero todo eso cambió cuando sonó el teléfono de Denis. Habían pasado cuatro días de aquella noche. La llamada era algo imprevista y lo dejó anonadado. Desde el hospital, una enfermera contaba que sus hermanos estaban internados.

No hubo tiempo para más, se estaban muriendo. Según los médicos, se trataba de un veneno para rata. Inmediatamente fue detenido. Los policías realizaron una pesquisa exhaustiva en el hogar, en donde hallaron el maldito veneno para ratas. Estaba en la alacena, junto con algunas bolsas de harina y paquetes de azúcar.

En vano se quiso resistir, su destino ya estaba escrito, al igual que el titular del periódico del día siguiente que decía “Hombre envenena y mata a sus hermanos”. A pesar de que juró no haberse dado cuenta de haber colocado el veneno, lo cierto es que sus hermanos no regresarían, y el dolor lo cargaría por siempre, al igual que el Cristo en la cruz. Habían pasado varios años de aquella noche. Al pagar su condena, recuperó la libertad. Sin embargo, como todas las noches, estaba nuevamente junto al altar para jurar que nunca se dio cuenta de la equivocación de frascos, sabiendo que nadie le creía. Esperaba que lo escuchara aquel hombre de ojos caídos que siempre estaba esperándolo con los brazos abiertos.


Sobre el autor:

Cesar Daniel Batista tiene 28 años, nació en la ciudad de Posadas, es profesor en Historia y apasionado del arte. De niño empezó a tomar contacto con la literatura con libros como “el fantasma de Canterville” de Wilde, Julio Verne y los clásicos de Stevenson. También influyó mucho en él la poesía de Alfonsina Storni -que conoció a través de su madre- y de otros poetas como Rubén Darío, García Lorca.

Ya en su adolescencia comenzó a escribir sus primeros versos, que luego se convertirían en canciones. En esos años, empezó a leer obras clásicas de la literatura como El cantar de Mio Cid, La Celestina. Para aquel entonces se sumergió en la lectura de escritores consagrados como Dostoievski, Gorki, Flaubert y Stendhal.

Los primeros escritos fueron publicados a sus 26 años. Su primera novela titulada “Tus ojos color mar”, por Amazon en el 2020. En ese mismo año, publicó relatos y cuentos en varias revistas y periódicos.

La voz de una ausencia (Diario Primera Edición); Guardianes de la noche (Diario El territorio), A través del lente (Diario El territorio). Así también en la revista digital “Prisma” publicó su escrito 'Desde el umbral'. También su cuento “A través del lente” fue narrado por el “Teatro Vocacional Misiones” en el ciclo Cuentos para conecArte.

Participó en varias antologías, como “Voces de una ausencia” publicada en una Antología de Jóvenes escritores misioneros (2019); y con su obra “Miradas”, en una antología digital 'En modo literatura “Hasta la corona”, llevada a cabo en el 2020 por la Dirección Municipal de cultura de Oberá.

En el 2019, participó del taller literario “Invierno en letras”. En el mismo año, participó del Primer Congreso Nacional y del Mercosur de Jóvenes Escritores, realizado entre el 14 y 15 de noviembre. En el 2020, realizó el taller de Narrativa organizado por la Municipalidad de Posadas.

En el 2020, fue uno de los ganadores del concurso literario “Los Milenials también escriben sobre Pasión, locura y muerte”, en conmemoración a Horacio Quiroga. Ese mismo año, también resultó ganador del concurso “Identidad misionera”, impulsado por la Municipalidad de Posadas.

En el 2021, fue uno de los escritores que participó en el programa “Camino de la lectura”, impulsada por la biblioteca “2 de abril” y Marandú comunicaciones, el cual se realizó con la finalidad de crear códigos QR con obras de distintos autores misioneros, ubicados en distintos puntos de la ciudad. Su obra “Desde el umbral y otros relatos” se encuentra en la plaza “San Martín” de la ciudad de Posadas.

En el 2021, también fue uno de los beneficiarios del programa “Turista lector”, y con el apoyo del Infai, su obra seleccionada fue “Plenilunio”, el cual fue entregado a distintos hoteles de la provincia de Misiones.

Plenilunio, publicado en físico en el 2021 por la Editorial Pax, en el cual el autor nos sumerge a un mundo de letras en donde la luna es confidente. La misma obra también fue publicada en Amazon. En ese mismo año, salió publicado en una nota del diario Primera Edición, en donde comentó sobre su poemario.

Actualmente, se encuentra trabajando en la publicación de su próximo libro.


Redes sociales:

Instagram: @soycesarbati

Facebook: /soycesarbati




lunes, 6 de septiembre de 2021

Roberto (Noelia Albrecht)

Un día Roberto empezó a percibir el sonido de un líquido que fluía. No puede recordar el momento en que aquel zumbido se definió como el circular de su sangre por el cuerpo. La sentía subir, bajar y continuar su recorrido hasta llegar a los pies. Pensó que estaba a punto de sufrir un paro cardíaco y se sentó a respirar. Creía que la vena de la sien iba a estallar. Quienes lo vieron, recuerdan que aquellas situaciones comenzaron a presentarse cuando la dinámica de la empresa se modificó. Primero, llegó el despido de una persona de administración y Roberto dejó sus tareas porque apenas se podía mover. Luego de unos minutos volvió al trabajo. A ese hecho le siguieron tres despidos, razón que motivó una visita a la clínica. “No es nada grave. Un pico de presión. Vamos a hacerle algunos estudios” dijo el médico. Sin embargo, él seguía sintiendo el fluir de la sangre como si se tratara de la corriente de un río. Sus oídos no podían dejar de escucharla. Estaba aturdido.
Cuando los despedidos afectaron a cinco empleados, Roberto se desmayó. Su compañero en el área de ensamblaje logró tomarlo del brazo y de este modo amortiguó la caída. Fue entonces cuando todos comenzamos a oírlo. Por primera vez se descubrió la razón de sus mareos y evasiones. El fluir de su sangre sonaba como el impacto de la caída del agua sobre las piedras. Pensamos que si lo dejábamos acostado en el suelo podría relajarse y ese sonido se calmaría, pero no fue así. Roberto no despertaba y consideramos que era necesario llamar a una ambulancia. En ese instante surgió una pregunta: ¿Cómo explicaríamos ese ruido?, en el caso de que otros pudieran sentirlo. Alguien avisó al seguro y esa situación nos obligó a ponernos de acuerdo. Todos ignoraríamos el sonido. En definitiva, ellos eran los profesionales que debían descubrir la razón de ese acontecimiento.
Mientras esperábamos, Roberto comenzó a retorcerse y la corriente sonó suave como a una canilla mal cerrada. Antonio, su compadre, le pidió que se quedara quieto porque pronto llegaría el médico. Supongo que eso lo alteró porque el sonido se tornó ensordecedor. No sabíamos qué hacer. Pensamos en callarlo activando la alarma de incendio. Lo intentamos. Sólo logramos aturdirnos aún más. Pérez, el del área contable, vomitó en un rincón. Algunos obreros huyeron de la fábrica hasta que alguien la pudo desactivar. Roberto seguía en el suelo y no sé por qué Antonio se imaginó que estaba muriendo y con otros compañeros comenzaron a sacudirlo. Su respiración era cada vez más suave. Estaba desesperado ante una situación que no comprendía. No iba a permitir que su amigo muriera allí. Comenzó a presionar el diafragma con tanta fuerza que vimos salir un hilo de sangre de su nariz. “Soltalo que lo estás matando”, se escuchó decir a uno de los obreros presentes.
Antonio quitó las manos del cuerpo sin dejar de observarlo. La sangre salía lentamente y comenzaba a manchar la camisa de trabajo. La ambulancia no llegaba y el sonido del fluido era cada vez más tenue. “Se va a morir”, dijo el compadre. Entre cuatro hombres levantaron el cuerpo y caminaron hasta el pequeño arroyo que se hallaba a unos doscientos metros de la fábrica. Lo acostaron en el borde dejando las piernas sumergidas. Allí se quedaron esperando una solución. El sol fue ocultándose lentamente y algunos empleados volvieron a sus hogares. Roberto seguía recostado en el pasto y el agua comenzaba lentamente a cubrirlo. Antonio fue el último en irse. Se fue luego de bajar los parpados de Roberto. Nunca más se supo de él, ni de su cuerpo. Sólo lo recuerda el eterno fluir del agua.


Sobre la autora:
Noelia Karina Albrecht nació en Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco, pero actualmente reside en Posadas. Es profesora en Letras y trabaja como docente de nivel secundario y terciario. El acercamiento a la lectura llegó en la infancia a través de historietas y clásicos de la literatura a los que siempre vuelve, como Jonathan Swift, García Márquez, Julio Cortázar, Eduardo Galeano, Poe, Marco Denevi, etc.
Ha participado en diversas antologías y concursos. En abril de 2018 publicó “Lo que escribí mientras no me mirabas”. A fines de 2020, dicho libro fue seleccionado para formar parte del Plan Nacional de Lectura. “Sueño de perro” es el nombre de su última obra que llegó a las librerías en junio del corriente. Está compuesta por micro-relatos, relatos, cuentos fantásticos, policiales y de terror. En Facebook la pueden encontrar como Noelia Albrecht y en Instagram como albrechtnoek.




sábado, 4 de septiembre de 2021

Reseña: Persépolis y El Cuento de la Criada: La distopía está siempre a la vuelta de la esquina

 

“Primero vinieron por los comunistas, 
y yo no dije nada porque no era comunista.
Luego vinieron por los sindicalistas, 
yo no dije nada porque no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos, 
otra vez no dije nada porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme, 
ya no quedaba nadie que pudiera por mí”

Martin Niemöller


(Por Martín Mazal) Cuando la escritora canadiense Margaret Atwood escribió El Cuento de la Criada, el terrorismo islámico se encontraba a décadas de la agenda mediática y política. Publicada en 1985, el libro se transformaría en una obra obligatoria para los amantes del género distópico. Así como Orwell lo había hecho con el fascismo en “1984”, Huxley con el modernismo racional en “Un Mundo Feliz” y Burgess con el conductismo en “La Naranja Mecánica”, la autora imaginaría los resultados futuros del patriarcado y del fanatismo teológico.

La historia transcurre en un país ficticio llamado Gilead, mismo nombre que el monte donde se presentó Dios ante el suegro de Jacob para que dejara de perseguirlo. El país en cuestión es gobernado por fanáticos teócratas que, tras asesinar al presidente constitucional y atribuir el ataque al terrorismo islámico, se hicieron del poder para instaurar una dictadura bajo la palabra del nuevo testamento, terminando con la libertad de prensa, suprimiendo derechos sociales e instaurando un permanente estado de sitio para las poblaciones marginales.


A través de la voz de una criada, vemos particularmente cómo esta vida denigra y deshumaniza particularmente a las mujeres, que se encuentran divididas en distintas clases dependiendo de la función que cumplen para los hombres de clase alta. Las criadas, por ejemplo, son las encargadas de quedar embarazadas y son violadas una vez al mes por sus señores. Las esposas son mujeres de clase alta que están casadas y tienen el deber de gestionar el hogar para beneplácito de sus maridos. Por tener cierto poder por sobre el resto de las mujeres, tienen un aire de superioridad y sirven como trinchera de defensa y lavado de manos del orden establecido. Las Marthas son las mujeres adultas e infértiles que deben servir sólo como amas de casa en los hogares ricos, por último, están las hijas que no tienen ningún rol especial pero están destinadas a ser esposas.

La protagonista (llamada DeFred en referencia a su dueño Fred) cuenta la historia oralmente a través de casettes encontrados y recopilados por el profesor Piexoto, mucho después de la caída de la dictadura, para su exposición en el 12vo Simposio de Estudios Gileadianos. En su narración, DeFred rememora los tiempos anteriores al golpe, tan sólo cinco años atrás, cuando aún gozaba de todos los derechos de una mujer occidental, como si de un sueño se tratase.

Esta una diferencia clave con respecto a otras obras distópicas, en las que los totalitarismos parecen tener décadas o hasta siglos de existencia, fortaleciéndose aún más en vista de que nadie queda para recordar las libertades que se prohíben. Recuerdo que la primera vez que lo leí, allá por la adolescencia, este recurso me pareció inverosímil. Me parecía poco creíble que un estado de derecho, tan parecido al que vivimos hoy en nuestro contexto, pudiese transformarse en un escenario tan apocalíptico en tan solo cinco años, en el que la dignidad de mis hermanas fuese tan naturalmente decidida y sometida a la voluntad de hombres cuyo único trabajo es esperar mi descuido para usarme de ejemplo y colgarme en el muro.

Jeanine Áñez proclamando a los cuatro evangelios como el rumbo del golpe de estado en Bolivia


No fue hasta que vi Persépolis que comprendí lo cerca que nos encontramos de cualquier distopía. En la novela gráfica, adaptada a película en el 2007, Marjane Satrapi cuenta su vida desde que era una niña en Teherán hasta su partida definitiva del país en 1994, siendo testigo de la revolución islámica iraní que, en detrimento de las facciones marxistas, terminan instaurando el estado islámico.

Si bien la historia transcurre a través de 16 años, es la naturalidad con la que el entorno de la protagonista va modificándose la que contrarresta el sentido de otredad romántica con la que generalmente consumimos las historias de padecimientos foráneos. Hija de progresistas laicos en Irán, la niñez de Marjane es similar a la nuestra, con bicicletas, travesuras y curiosidad hacia la forma en que se maneja la sociedad. Esto nos hace empatizar y sentir más efectivamente cuando la obligan a usar el velo, la reprenden por discutir en clase, la hostigan por andar de la mano con el novio o la persiguen por hacer una fiesta.


“Madre, hija y muñeca”, obra de Boushra Almutawakel, una fotógrafa yemení

No en vano, en el 12vo simposio de Estudios Gileadianos, el profesor Piexoto utiliza a Irán para explicar la dictadura de Gilead. Más aún, Atwood ha declarado en varias entrevistas que además se había inspirado en procesos totalitarios más recientes que, así como en el libro, no se necesitó mucho tiempo para completarse, como la última dictadura argentina o la Alemania Nazi, que ya estaban torturando gente desde el año uno bajo el silencio cómplice.

Para la construcción de Gilead, sólo se necesitó una amenaza externa representada por el fanatismo Islam. En este sentido, El Cuento de la Criada adquiere un sentido premonitorio después de que los sucesos del 11 de septiembre del 2001 se usaran para justificar la Ley Patriota y el intervencionismo como política exterior durante las siguientes dos décadas.


Unas de las inspiraciones para escribir El Cuento de la Criada fue el rapto de bebés durante la última dictadura militar argentina

Después de retirarse las tropas norteamericanas y retomar los talibanes el poder de Afganistán, se difundieron por las viarias películas mediorientales que reflejan el sufrimiento de los niños y las mujeres por el fanatismo Islam. Releer El Cuento de la Criada en este contexto, tal vez nos haga recordar que hace sólo tres años, después de un exitoso golpe de estado contra Evo Morales, Jeanine Áñez entró al Palacio de Gobierno boliviano alzando en alto los cuatro evangelios, que la Iglesia Universal justificó el impeachment a Dilma en Brasil y sirve como medio de base y adoctrinamiento en el gobierno de Jair Bolsonaro.

Para recordar también que las facciones más conservadoras de la iglesia evangélica, aquella que se interpone a la Educación Sexual Integral, a los derechos de las mujeres, la muerte digna, la inseminación asistida y, a veces, hasta las vacunas, vienen ganando adeptos en Argentina, alcanzando un treinta por ciento en la población en el NEA, y que el propio Trump en Estados Unidos era asesorado por conservadores religiosos. Hoy, más que nunca, es bueno recordar la forma en que Atwood imaginó la creación de su mundo totalitario, para darnos cuenta de que, del lado occidental y cristiano del mapa, no somos tan distintos ni estamos tan lejos de caer en una distopía como a veces pensamos.

 

Pérsepolis: https://www.youtube.com/watch?v=jjK3ZaQXSkE