Un día Roberto empezó a percibir el sonido de un líquido que fluía. No puede recordar el momento en que aquel zumbido se definió como el circular de su sangre por el cuerpo. La sentía subir, bajar y continuar su recorrido hasta llegar a los pies. Pensó que estaba a punto de sufrir un paro cardíaco y se sentó a respirar. Creía que la vena de la sien iba a estallar. Quienes lo vieron, recuerdan que aquellas situaciones comenzaron a presentarse cuando la dinámica de la empresa se modificó. Primero, llegó el despido de una persona de administración y Roberto dejó sus tareas porque apenas se podía mover. Luego de unos minutos volvió al trabajo. A ese hecho le siguieron tres despidos, razón que motivó una visita a la clínica. “No es nada grave. Un pico de presión. Vamos a hacerle algunos estudios” dijo el médico. Sin embargo, él seguía sintiendo el fluir de la sangre como si se tratara de la corriente de un río. Sus oídos no podían dejar de escucharla. Estaba aturdido.
Cuando los despedidos afectaron a cinco empleados, Roberto se desmayó. Su compañero en el área de ensamblaje logró tomarlo del brazo y de este modo amortiguó la caída. Fue entonces cuando todos comenzamos a oírlo. Por primera vez se descubrió la razón de sus mareos y evasiones. El fluir de su sangre sonaba como el impacto de la caída del agua sobre las piedras. Pensamos que si lo dejábamos acostado en el suelo podría relajarse y ese sonido se calmaría, pero no fue así. Roberto no despertaba y consideramos que era necesario llamar a una ambulancia. En ese instante surgió una pregunta: ¿Cómo explicaríamos ese ruido?, en el caso de que otros pudieran sentirlo. Alguien avisó al seguro y esa situación nos obligó a ponernos de acuerdo. Todos ignoraríamos el sonido. En definitiva, ellos eran los profesionales que debían descubrir la razón de ese acontecimiento.
Mientras esperábamos, Roberto comenzó a retorcerse y la corriente sonó suave como a una canilla mal cerrada. Antonio, su compadre, le pidió que se quedara quieto porque pronto llegaría el médico. Supongo que eso lo alteró porque el sonido se tornó ensordecedor. No sabíamos qué hacer. Pensamos en callarlo activando la alarma de incendio. Lo intentamos. Sólo logramos aturdirnos aún más. Pérez, el del área contable, vomitó en un rincón. Algunos obreros huyeron de la fábrica hasta que alguien la pudo desactivar. Roberto seguía en el suelo y no sé por qué Antonio se imaginó que estaba muriendo y con otros compañeros comenzaron a sacudirlo. Su respiración era cada vez más suave. Estaba desesperado ante una situación que no comprendía. No iba a permitir que su amigo muriera allí. Comenzó a presionar el diafragma con tanta fuerza que vimos salir un hilo de sangre de su nariz. “Soltalo que lo estás matando”, se escuchó decir a uno de los obreros presentes.
Antonio quitó las manos del cuerpo sin dejar de observarlo. La sangre salía lentamente y comenzaba a manchar la camisa de trabajo. La ambulancia no llegaba y el sonido del fluido era cada vez más tenue. “Se va a morir”, dijo el compadre. Entre cuatro hombres levantaron el cuerpo y caminaron hasta el pequeño arroyo que se hallaba a unos doscientos metros de la fábrica. Lo acostaron en el borde dejando las piernas sumergidas. Allí se quedaron esperando una solución. El sol fue ocultándose lentamente y algunos empleados volvieron a sus hogares. Roberto seguía recostado en el pasto y el agua comenzaba lentamente a cubrirlo. Antonio fue el último en irse. Se fue luego de bajar los parpados de Roberto. Nunca más se supo de él, ni de su cuerpo. Sólo lo recuerda el eterno fluir del agua.
Sobre la autora:
Noelia Karina Albrecht nació en Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco, pero actualmente reside en Posadas. Es profesora en Letras y trabaja como docente de nivel secundario y terciario. El acercamiento a la lectura llegó en la infancia a través de historietas y clásicos de la literatura a los que siempre vuelve, como Jonathan Swift, García Márquez, Julio Cortázar, Eduardo Galeano, Poe, Marco Denevi, etc.
Ha participado en diversas antologías y concursos. En abril de 2018 publicó “Lo que escribí mientras no me mirabas”. A fines de 2020, dicho libro fue seleccionado para formar parte del Plan Nacional de Lectura. “Sueño de perro” es el nombre de su última obra que llegó a las librerías en junio del corriente. Está compuesta por micro-relatos, relatos, cuentos fantásticos, policiales y de terror. En Facebook la pueden encontrar como Noelia Albrecht y en Instagram como albrechtnoek.
Que desperacion me dió este relato, parecía un ataque de pánico. Muy bueno ♥️
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