lunes, 25 de enero de 2021

(Marcos Hillebrand)


mi cama presenció

sobre todo

epifanías 


*


un día convivo con los márgenes

y los abrazo

 

un día convivo con el sol

con la sombra

con la sed

 

un día convivo con recuerdos de la infancia

de mis perros que murieron y me querían

de mi pueblo indiferente

de la camisa de mi abuelo

de los ruleros de mi abuela

de mi paciencia en las largas ausencias de mi madre

 

un día convivo con grandilocuencias vanas y erectas

le doy sentido a grandes incógnitas históricas

económicas

políticas

literarias

psicológicas

resuelvo y olvido causas y consecuencias

irresolubles e inolvidables

como la mentira inesperada

en el rostro que más vulnera

 

un día convivo con el futuro que distrae interminablemente

como un circo de anhelos posibles e imposibles

de todavía incomprendidos anhelos

de dardos y cuchillos que a veces dan al blanco y a veces al hombre

de leones desnutridos y rarezas

de caro tarot reconfortante

de caro tarot melancólico

 

un día convivo con excesiva empatía

con odioso dolor ajeno

con odiosa pausa inepta que necesita más días

y otro coraje

menos de mentirosa suficiencia

 

un día convivo con mentirosa suficiencia

en una película cortada del contexto

a veces larga hasta la noche

a veces corta y dura y termina y me deja y me mareo

 

un día convivo con intentos

otro con paciencia pasiva

un día convivo con cambios

perdón

con intercambios

 

un día convivo con dulzura

y me acuesto empalagado

 

un día convivo con alguna forma o idea de muerte o de morir

y me siento vivo y potente

 

un día convivo con todo

y me siento ansioso y cansado

 

un día convivo conmigo

otro día estoy solo

vaya adonde vaya esté con quien esté


Sobre el autor:

27 de mayo de 1995, 11 am. Puerto Rico, Misiones. Hubo mudanza a Posadas en el 2006. 

Los demás datos no interesan, pero funcionan como prospecto. Todas las publicaciones antes salidas a la luz son autogestivas, pueden leerse en issuu.com/marcoshill/docs. Tres blogs también existieron, quedó uno solo: proteoweb.wordpress.com

Actualmente, está en proceso de llevar a buen puerto una o dos editoriales, como cofundador. Permanentemente escribiendo (no es rentable). 

Contacto con los textos literarios: de grande, años medios de la secundaria, en la emotividad de, claro, Vasconcelos. El click: Final del juego, de Cortázar (libro encontrado por azar, no sabía quién era Cortázar). Desde ahí, vinculado siempre con la narrativa y mucho robo a Chéjov, a Quiroga. Amor a Wilde, a Bioy Casares, a Yourcenar. Sugiere incursionar en Sara Gallardo y Marina Closs. Defoe fue un gran amigo.

El exabrupto de la poesía fue impuesto en una vida insulsa por García Lorca, el mismo Cortázar, Whitman, Baudelaire, ¿por qué no también Quevedo? Algún vetusto abandonado a tiempo como Borges. Pizarnik intimista, los versos largos de Bignozzi, la dedicación de A. Duce Bemez, los antiguos y también los contemporáneos.






lunes, 18 de enero de 2021

Intentos (Belén Lafuente)

Lorena camina temblando hacia la puerta de su departamento. Tiene los cabellos largos y con algunas canas, pegados a la frente. El sudor frío invade su rostro hasta la punta de los pies. Son las 02:30 am, los perros no paran de ladrar y ella sólo escucha el palpitar acelerado de un corazón a punto de explotar, que la deja sin aire. Busca la llave, sacudiendo la cartera con fuerza rabiosa, sin dejar de mirar a los costados poco luminosos de su barrio. Abre la puerta, el silencio del cuarto oscuro le resulta aún más aterrador. Busca las luces, sus dedos siguen temblando, no las encuentra, desiste y cae despacio en cuclillas intentando recostarse contra la pared. Rompe en llanto y se cubre el rostro mordiendo el borde de la cartera apretada en su regazo. Media hora más tarde decide volver a intentarlo, esta vez en serio. Pero antes de buscar calmarse, ya que sabía que sería doloroso y que lastimaría a algunas personas, necesita planificarlo mejor. El acto debía ser lo menos desgarrador posible para sus seres queridos. Tampoco quería desmembrarse desde un octavo piso ni aparecer bañada en sangre como en el cliché de las películas. A pesar de detestar su cuerpo, no le agrada la idea de que termine de esa manera. Pero el río, ese Paraná turbio y profundo que embruja hasta al pirata más perverso con su luna llena, ofrece un atractivo aterrador e irresistible. Diluirse, piensa, mientras, en un suspiro, sirve el resto de vino tinto que quedó en la heladera en esa pequeña copa, tan llena de recuerdos, y que fue de su madre. 

Se sienta a escribir las cartas de despedida, una por una, escribe, una Lorena muy distinta al relato que muchos narraban sobre ella. Sabía que sus rasgos indígenas no se irían, ni pasarían desapercibidos en aquel mundo de blancos burgueses que sólo buscaban domesticarla, esclavizarla o someterla. Todo se sentía ya de la misma manera en aquel cuerpo esbelto, moreno y cansado de resistir. Siempre parecía el fin de los tiempos, y el comienzo de uno, en el que el placer o el amor se asomaban, y se volvían a esconder. Su belleza deslumbra, tanto como su carácter ahuyenta. No estaba dispuesta a volver a negociar su libertad, y el dolor no puede sostenerse para siempre en los vértices extremos del sexo, las amistades superficiales, las dobles intenciones y el alcohol. No quería dejar de vivir, pero tampoco sabía cómo hacerlo con aquella mochila de dolores. 

En sus cartas expresaba sus más profundos anhelos de niña, dejaba listas canciones de los ‘90, reseñas de libros, frases de películas, múltiples poemas, haikus bilingües, consejos útiles para tolerar la desilusión para sus sobrinxs, recetas culinarias autodidactas, instrucciones para el cuidado de su huerta y algunos ensayos sobre feminismo. Ordena, con dulce diligencia, que cuiden de sus perros y gatos y que no dejen de regar sus plantas. Pero, con mayor énfasis, solicita donar las pertenencias que había conseguido con esfuerzo, trabajando desde que llegó a la capital a los 16 años. Todo lo que fuera posible recaudar debería ir con destino al hogar de niñxs al que iba en sus horas libres a divertirse y sentirse humana. Allí nadie se molestaba por sus maneras ni la subestimaban, al contrario, el tiempo se detenía jugando y ayudando con las tareas de la casa, disfrutando de aquella fugaz sensación de familia. 

Le llevó horas y muchas lágrimas escribir sobre la belleza que comenzaba a percibir en ciertos momentos, en los colores del amanecer, en la brisa que acaricia su rostro después de la intensidad de una tormenta tropical. La gracia en el canto de los pájaros del patio cuando la pandemia permite escucharlos, el movimiento de las hojas con el viento, la intensidad del fuego que se aviva con cada nueva canción de un fogón, acogida entre gente agradable, el ronroneo del gato en su rostro al despertar, el último blues de la noche, el cosquilleo solemne de los abrazos cálidos de aquellas nuevas amistades, personajes auténticos, interesantes y de corazón noble. En la risa de los niñxs, aún inocentes, que tampoco querían renunciar a los juegos, la alegría de vivir explorando, las canciones de atardecer, la magia de los cuentos y menos, al arrullo matutino de un desayuno caliente. 

“Quizás el problema mayor es su mundo, quizás son ustedes, no nosotrxs”, escupe en una nota al pie en mayúscula. 

El sudor aterrador se volvía gotas de ternura y alivio en el vaivén del reloj antiguo heredado que cuelga en la pared de la sala. El mundo que termina se retuerce como fiera herida cuando la noche llega a su punto máximo de oscuridad y parece dejar entrever un orificio pequeño y luminoso, de otros mundos desconocidos que invitan al asombro. Mientras, escribía las anécdotas compartidas en algún pasado lejano y no tan lejano, recordando a cada destinatario todo lo que había amado en ellxs; y que llevaría como tesoro intocable, quizás en algo que no sea tan doloroso como un cuerpo.


Sobre la autora:
Belén Lafuente reside en la ciudad de Posadas, su ciudad natal. Su crianza transcurrió en Paraguay. Estudió Antropología Social, danza teatro, música, danza contemporánea, actuación, producción y gestión cultural. Participó de talleres de escritura con Sergio Alvez y Carla Curti. Coordinó junto a la lingüista Estefanía Baranger el primer Laboratorio Experimental de Lengua y Cultura Guaraní. Actualmente se dedica como auxiliar de investigación en dos proyectos de la Secretaría de Posgrado de la Facultad de Humanidades (UnaM) y en el área de proyectos culturales en la Fundación Prosperitá. 

Indaga desde una narrativa poética transfronteriza otros estereotipos que reflejan los contrastes propios de esa hibridez, con sus encuentros y desencantos. Admiradora de escritoras como Zadie Smith, Gloria Anzaldúa, Samanta Schweblin y Selva Almada. Se propone publicar su primer libro en este año. 


Redes:
IG @amazonicabel 

Blog: www.floresdecicuta.com (en reconfiguración)




lunes, 11 de enero de 2021

El cazador de espíritus (Karina Barrionuevo)

El hombre que se retorcía en el camastro de paja se llamaba Huo Qiang. Afuera arreciaba una tormenta de nieve y el gélido hálito invernal hacía crujir los tablones de la posada. Él no sentía frío. Ya no recordaba cuándo fue la última vez que había sentido algo que no fuera esa hambre despiadada que le devoraba las entrañas. Eran los fronterizos momentos del día, un día que en estas épocas agonizaba ya incluso desde el mismo amanecer. Cualquiera hubiera pensado que el Sol transitaba una enfermedad terminal y arrojaba sus trémulos y debilitados rayos sobre esta tierra, sólo para perpetuar la agonía de la insignificante existencia de los mortales. 

Huo Qiang se incorporó de repente. Siempre tenía la misma pesadilla. Los 18 círculos del infierno se abrían como fauces monstruosas y reclamaban su carne palpitante llena de vida, para deleite de los demonios, que lo esperaban para torturarlo sin piedad. 

―Ya… calma mi niño, no te preocupes, fue sólo un mal sueño ―lo tranquilizaba la anciana en medio de la noche, cada vez que el pequeño Huo despertaba agitado y lloroso, ante las terribles visiones oníricas. 

―Pero… se sintió muy real abuela Gui Po, los demonios se quieren hacer un banquete conmigo ―decía el niño entre sollozos― Siempre es lo mismo. ¿Por qué veo eso? ¡No quiero! 

―Ya te lo dije, eres especial mi pequeña llama, todas las almas pasan por el infierno. Nadie se salva de eso. Tú tampoco. El Diyu es muy real, has pasado muchas veces por ahí, pero la última vez, Meng Po, la dama del olvido, se tropezó y derramó la taza cuando debía darte de beber el té para que olvidaras. Sólo bebiste unas gotas antes de nacer a esta vida. Por eso, las imágenes que te aterran no son otra cosa que recuerdos que puedes ver cada vez que duermes y tu espíritu vuela por el plano astral. 

¿Qué hubiera hecho aquel niño temeroso sin la sabiduría de esa anciana? Ella fue la que le contó toda suerte de historias y relatos fantásticos. Fue a través de ella que supo que hay demonios que operan fuera del averno, en los callejones oscuros, en los charcos de lluvia, en bosques sombríos o incluso allí mismo, en su propia casa. Aprendió a reconocer los malditos Mogwai, o las sensuales Huli jing y también experimentó los conjuros y talismanes para eliminarlos. Es así que se convirtió en un experto cazador de demonios. 

―¿Por qué tu cara brilla abuela Gui Po? ¿Acaso no están todas las lámparas de aceite apagadas? 

―No hacen falta lámparas mi estimado príncipe. Tu nombre es Huo Quian y tienes la fuerza del fuego. Eso es suficiente para alumbrar mi rostro y toda la habitación si fuera necesario. Ahora duerme, no le temas a los demonios, ellos deben temerte a ti cariño. 

Amaba a esa dulce y arrugada dama. Disfrutaba mucho observar sus movimientos tan pausados y parsimoniosos, como si bailara esas antiguas canciones que cantaban los artistas ambulantes. Amaba cómo sus ojos desaparecían entre los pliegues de su piel cuando curvaba sus labios en una sonrisa amable. Esos ojos blancos, nublados por cataratas, parecían contener destellos del origen del universo y a pesar de carecer de visión, él sentía que ella podía verlo todo. Su presencia llenaba la estancia con calidez y le daba paz a su corazón. 

Por eso no entendió por qué su madre no la quiso subir a la carreta cuando huyeron de la invasión de los mongoles. Él gritaba para que su madre no la dejara abandonada a su suerte, le suplicó de mil formas, hasta que su madre no lo soportó más y lo sentó de un bofetón en el piso. 

―¡Entiéndelo de una vez Huo Qian, No puedo llevar a tu abuela! 

―¡¿Por qué?! Ella es pequeña y casi no come… ¡por favor! Si la dejamos la matarán. 

―¡Entiéndelo de una vez muchacho tonto! ¡No van a matar a tu abuela! No pueden hacerlo, tu abuela ya está muerta. ¿Qué te pasa? Ella murió antes de que tú nacieras. 

Luego de decir esto, la madre levantó al niño del suelo y lo trepó a la carreta. 

Poco a poco vio como la imagen difusa de la anciana se volvía cada vez más transparente, hasta desaparecer por completo del umbral de la puerta de su casa. 

Cinco años después de ese doloroso día, la volvió a ver. 

La avanzada mongol los había acorralado en una aldea y las flechas con fuego surcaban el cielo nocturno con su característico silbido de muerte, sólo para encontrar alimento en los techos y florecer con su anaranjado presagio de fatalidad. 

El caos pronto se apoderó de todo y Huo, aunque tenía nombre de hoguera huyó del fuego como todos los demás. Su madre lo ocultó en un bebedero de animales, le ofreció una pajilla de bambú para que le sirviera como respiradero y lo dejó allí sin decirle nada. 

Soportó un rato, pero pronto el humo comenzó a ingresar por el bambú y no le quedó otra alternativa que salir de allí y tratar de escapar de las llamas. 

La anciana estaba parada en la puerta del cobertizo, llevaba la misma ropa de siempre y algo rojo en sus manos. 

―¿Eres tú abuela Gui Po? ¿Cómo es posible? ¿Acaso no estás muerta? ¿O estoy muerto y vienes a buscarme? 

―¡Cuántas preguntas! ―dijo la anciana sonriente― Sólo vine a traerte un regalo. Mira lo que te traje mi pequeña flama andante, esto es carne de Fei yu. Cómela. Contiene magia. Te dará fuerza y no habrá en este mundo ninguna espada ni rayo que te mate. Nunca más sentirás miedo, ni sufrirás. 

El muchacho devoró la rancia carne e inmediatamente sintió que algo cambiaba dentro de él. Una energía lo comenzó a embargar y su cuerpo creció en musculatura y talla. De repente, sintió el impulso de salir a hacerles frente a los mongoles y así lo hizo. Se quitó la camisa hecha hilachas, avanzó entre la muchedumbre, aplastando escudos y espadas, comenzó a luchar desenfrenadamente. Mataba a los soldados enemigos con sus propias manos… o garras. Los decapitó, descuartizó y bebió de su sangre y comió de su carne, hasta que aquellos expertos soldados comenzaron a retroceder cobardemente ante aquel horrible espectáculo. 

Se sentía tan bien no tener miedo. No sentir el frío del acero, ni el candente abrazo de las llamas. ¿Acaso esto era ser un dios? El gozo extremo de su frenesí se vio interrumpido por el grito de los aldeanos. Todos huían pavorosamente gritando “¡Jiangshi!”. Eso lo puso alerta y miró hacia los lados. Todos corrían como si le temieran y no lo reconocieran como su salvador. 

Se miró las manos chorreantes y visualizó en un charco de sangre su propia imagen reflejada. 

Entonces el pánico lo conquistó. Corrió hacia el granero en busca de la anciana. 

―¡Gui Po! ¿Dónde estás? ¿Qué me hiciste? ―gritaba el muchacho desesperado. 

―¿No estás feliz pequeña llama andante?―dijo la mujer 

―¿Por qué Gui Po? ¿No era carne de Fei yu verdad? 

―No, querido, no era Fei yu, era carne de Jiangshi. 

El joven palideció, cayó de rodillas y vomitó estrepitosamente el sanguinolento contenido de su estómago. 

―¿Cómo pudiste darme carne de vampiro? ¿Cómo abuela Gui Po?―reclamó entre sollozos. 

La mujer lo observaba con la misma sonrisa imperturbable de siempre, pero unos colmillos asomaban tímidos esta vez. 

―¡Ay fueguito! ¿Cómo te lo digo?… Verás, yo no soy tu abuela Gui Po, querido. 

La mujer largó una risotada que de a poco fue convirtiéndose en el chillido de un jabalí. Huo Qian presenció cómo ese ser fantasmagórico se transformaba en un aborrecible mogwai y se deslizaba escurridizo entre las llamas hasta desaparecer de ese sitio. De repente, se encontró solo con su miseria, convertido en lo que más detestaba, ahora era un “no muerto”. La integridad de su alma se había corrompido para siempre y su sed de sangre lo alejaría cada vez más de su humanidad. Había pasado su vida persiguiendo demonios y ahora era uno de ellos.

Glosario:
- Hou Qiang: El que posee la fuerza del fuego. 
- Diyu: infierno 
- Meng Po: Mitología china. La dama del olvido. Habita el inframundo y es quien da de beber un té que provoca amnesia a las almas prestas a reencarnar. 
- Mogwai: Estas criaturas demoníacas se reproducen durante las temporadas de lluvias, y se aproximan a las poblaciones humanas para llevarlos al pecado, la perversión y finalmente, la destrucción. 
- Huli jing: Espíritus de zorro. Suelen presentarse como mujeres sensuales y hermosas. 
- Fei yu: Antiguo animal mitológico chino con cuerpo de cerdo, cubierto de manchas rojas, cabeza y aletas de pez. Comer su carne ofrece protección contra rayos y armas cortantes. 
- Jiangshi: vampiro chino.


Sobre la autora:
Karina Barrionuevo -cuyo pseudónimo es Nasika- nació en 1976 en la ciudad de Eldorado. Es docente de primaria, artista plástica, ilustradora, muralista y escritora. Ha participado en varias antologías del grupo Dementeazul y ha ilustrado tapas e interiores de libros, tanto de la región como de México y España. Su vínculo con la literatura se desarrolla desde edades tempranas, siendo una lectora voraz desde pequeña. En cuanto a la escritura, se inclina más hacia la narrativa, aunque ha incursionado también en la poesía.

Actividades y publicaciones literarias:
• 2000 y 2001: Historieta “La última amazona” con textos y dibujos propios en el periódico 'Vigencia' de la ciudad de Eldorado.

•2002-05: Talleres de producción literaria en distintas escuelas de la ciudad de Eldorado

• 2005: El Agua es vida, la vida es como el agua, Segundo Encuentro de Escritores Eldorado.

• 2005: Andresito Guacurarí.

• 2006: Los cuatro elementos.

• 2016-2017: Revista “Eldo” de difusión cultural regional. Colaboración con textos literarios

2017-: 2do premio del certamen literario “Palabras que brillan”, en el rubro “cuento”.

• 2018: 3er premio en el certamen literario internacional Quiroga y su entorno, en el rubro “cuento”.

2017-18-19: Jurado en los Juegos Evita a nivel local en los rubros de plástica y literatura.

• 2019: Seleccionada en el 1er concurso internacional de relatos “Serves” para la antología “365 cuentos para vagos”. (España) En la que participó con 15 relatos.

• 2020: formó parte del Jurado del “I concurso para escritores noveles, en honor a Lizandro Chávez Alfaro”. (Nicaragua).


Contacto:

Instagram: https://www.instagram.com/karina.barrionuevo.10/

Facebook: https://www.facebook.com/karina.barrionuevo.10





lunes, 4 de enero de 2021

O-Dios solidarios (Theodosio Barrios)

El mundo como lo conocemos
entró en estado de sitio
y hay toque de queda a gusto y conveniencia
-según nos parece-
a científicos y profetas,
a chamanes y alquimistas,
a religiosos y ateos,
a soñadores e imbéciles.
Toque de queda malicioso
de unos pocos
donde se prohíbe el abrazo y la risa,
y más aún
la birra, el beso y el sexo.
La pandemia es un invento
terrorismo planetario de los poderosos
a mí no me jodan que soy diestro y bien instruido
zurditos propagandistas,
la gente piola es inmune
a las artimañas de estos gobiernos.

Hay que tomar las calles
abandonar las casas
y reírse del miedo ajeno.
Eso sí,
si de casualidad me infecto
exigiré una cama en terapia intensiva
a los que inventaron este cuento
todo gratis,
porque conozco mis derechos.


Sobre el autor:
Theodosio A Barrios reside en la localidad de Eldorado (Misiones) pero es nativo de Posadas. Es cofundador del grupo literario Dementeazul y de la Fundación Cultural Argentina (FuCAr) y dirige un emprendimiento editorial: Th Barrios Rocha Ediciones (Autores Misioneros). Organizó con el mencionado grupo literario 13 encuentros temáticos desde el 2001, editando una antología resultante de cada convocatoria.
También fue cofundador del taller literario “Upetres”: durante 2002 y 2003, implementó talleres literarios en la Unidad Penal III de la misma localidad. Llevó la literatura a las medios radiales y televisivos locales y provinciales. Publicó casi un centenar de obras de autores misioneros. Posee publicaciones propias, principalmente poesía, no obstante, posee obras en letras de molde en el género de cuentos.


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