lunes, 22 de noviembre de 2021

(Pi Pi)

Prendo la bomba. Mamá está en el patio de atrás. La bomba es un dispositivo que recicló mi papá hace unos años cuando se dio cuenta de que al fondo del patio de adelante muy subterráneamente corría un agua, había un pozo de agua. El mecanismo para encauzarla y activar esa reserva se habilitó pronto y ahora para hacer algunas cosas de la casa se usa ese filtro de agua de lluvia. Acá llueve mucho, bastante seguido y entonces el pozo nunca está desprovisto de reserva. Cuando vuelvo me siento en el pasto a mirar a mamá. La veo levantando humo verde. Tiene una cortadora de pasto flaca, con una boca de dos alas de plástico bastante extrañas. Se la prestó un señor que no conozco y se la dejó por tiempo indeterminado. Mamá la usará tres, ¿cuatro veces al mes? No sé bien qué idea de mantenimiento tiene o cada cuánto siente que el pasto merece cortarse. Los dientes para morder están del lado de adentro: come pasto y tritura cualquier sólido alrededor, hojas secas, ramas finitas, cosas de composición diversa de la tierra. Toma la máquina con las dos manos, casi un animal salvaje que amansa. Cada tanto el cable tira, tira, tira, y ella lo acomoda, da un tirón en otro sentido y reinicia el movimiento. Los perros están alrededor. Viene P y me lame la cara tres veces seguidas, después se va. Está obsesionada con agarrar en el aire unos moscas ínfimas; tira unos mandibulazos al aire a una frecuencia que casi me molesta pero no le digo nada. Está obstinada y por alguna razón me parece bien. Al patio todavía llega luz y la luz levanta una pólvora dorada y verde que me ayuda a pensar más lento. Incluso a las moscas las percibo mejor cuando entran ahí, parecen unos puntos ocre orbitando sin base, cargados a batería. Uno de los perros está acostado contra una pared. Cada tanto se adormece. Parece cómodo. La otra no se da por vencida, sigue y sigue dándole zampazos al aire. Me quedo pensando si eso es amor. ¿Es amor eso? ¿Qué es el amor? Hace poco mi papá le escribió una carta a un perro. El perro vivía en un galpón casi abandonado que había sido del abuelo C. Lo cuidó los últimos años y hace unos días y como ya no había más remedio para curarlo de un bicho que le crecía adentro, papá decidió darle algo por sangre para que se durmiera. El perro murió ante sus ojos, recibiendo veneno por amor. Me quedo pensando si eso es amor.

Uno de los perros respira rápido. En un momento voy a apagar la bomba y veo a otro adentro, dormido o encandilado; la televisión ha estado prendida muchas horas. Cuando vuelvo mamá está envuelta en humo de pasto, la máquina escupe astillas de pasto casi como cuchillas de hielo. Pienso: algo muy manso puede ser muy letal, todo depende del elemento accionador. El pasto astilla se confunde en el aire con los puntitos color cobre, me parece que el día está a punto de llegar a su punto de gloria. Hay una pelea de pájaros en el cielo. A mamá se le enreda el cable y la máquina se frena.

Cada tanto tiempo sacarle la altura al pasto. Rasurarlo, bajarlo.
¿Qué les crece a las cosas cuando no las atiendo? ¿Depende de su naturaleza?
¿Y si las atiendo mucho?
¿Hay un mantenimiento para el amor?
Cuándo es regar cuándo aislar cuándo poner en sombra
Cuando digo amor
¿estoy pensando en qué?

En algún lado
Los pájaros
Cantan.


Sobre la autora:
Pi nació el 15 de octubre de 1990 en Posadas, Misiones. Era viernes y se había cortado la luz. El médico de turno tanteó con una mano el pozo ignoto del nacimiento y la vio luz del amanecer mediante. Su nombre de identificación cívica e institucional es María Antonella Giudice, pero casi que solamente de boca de sus padres sale el diminutivo Anto. El sobrenombre "Pi" le viene de Pippi, nombre con el que se autonombró hace muchos años al querer parecerse a un dibujito animado.
En la foto que se adjunta todavía tenía 30 años. A los 28 años, re-aprendió a leer y escribir en el taller ‘Aproximaciones al Texto’ que coordina su muy querida Carla Curti. Desde entonces, su escritura y su lectura son una hogaza de pan que crece o decrece según la temperatura de los días. ‘La casa en llamas’, ‘Las tías argentinas’ y ‘Jueves autobiográfico’, talleres coordinados por Malena Saito a los que asistió y asiste virtualmente son actualmente su conmoción y su fuego fundamental. De niña lectora de cuentos María Elena Walsh y cuentos de la colección Billiken, de adolescente lectora de poesía de Neruda, poesía de Bécquer y poesía de fotolog; de trasadolescente lectora de bibliografía diversa (ensayos académicos y narrativas varias). El cambio de ritmo en su corazón fue a los 26 años cuando vio ‘Todo piola’, una obra de teatro basada en textos de Mariano Blatt; desde entonces la poesía y la narrativa argentina del pasado y el presente siglo son un campo del que no puede salir.




1 comentario:

  1. Amo la narrativa de Pipi! Son varios los textos que pude acompañar...

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