Dedicado a aquel muchacho que esperaba el colectivo a las 7:00 am
“Estudiar no es un acto
de consumir ideas,
sino de crearlas y recrearlas”
Paulo Freire
Yo escribo estas palabras porque quiero ayudar a aquel muchacho y a vos, vos que sos estudiante, o alguna vez lo fuiste, me vas a entender.
A este joven lo conocí en una fría mañana de julio a las 7:00 am en la parada de colectivos por la avenida Uruguay, yo iba rumbo a mi trabajo y ese joven a clases, supongo. Tenía puesta la remera de su universidad con el nombre de su carrera en la espalda, estudiaba Letras, carrera que yo a mis cortos 50 años no estudiaría ni porque me pagaran.
Sin mediar un “hola” me preguntó: ¿Usted tiene hijos?, luego añadió, ¿Usted les exige que aprueben todas las materias que cursa durante el año? Quedé perplejo sin saber qué responder ya que no me esperaba esta pregunta, además tampoco me puse a pensar o mirarme cómo era como padre.
Le respondí: –Sí, tengo hijos. Ellos están estudiando en otra provincia, pero no les exijo que aprueben sus materias o que lleguen a fin de año con la libreta repleta de notas altas; por el contrario, lo único que quiero y les pido es que sean responsables y que lo hagan con amor y disfruten el proceso, no venimos a la vida a sufrir o pasarla mal.
Y este joven me dijo: –Ojalá mis padres fueran como usted. En ese instante, llegó el colectivo, se subió y se fue.
Luego de este episodio, llegué a mi trabajo y quedé pensando en aquel muchacho, en lo difícil que es ser un estudiante que se va a otra provincia para cumplir sus sueños. Además de lo complejo que estaría siendo para mis hijos que están en la misma situación.
Logré pararme en el lugar de observador y percibí que durante el periodo lectivo los estudiantes están sometidos a muchas situaciones de estrés, enojos, tristezas, etc. que contribuyen y alteran su rendimiento académico y muchas veces les puede causar daños psicológicos.
Las exigencias de los padres, la mochilita cargada de cuestiones, como sentirse una carga, saber el doble esfuerzo de los padres, el anhelo de no defraudarlos, la distancia de los amigos, etc. son cuestiones que dejamos pasar por alto y lo único que hacemos es dar reproches, retos y amenazas, ¡si no vas a estudiar dejá nomás porque gasto plata al pedo!
Y eso no es todo, después tienen que soportar la peor pregunta que se le puede hacer a un estudiante: ¿Cuándo te recibís?, ¿cuántos años te faltan? Déjenme decirles que no todas las personas aprenden de la misma manera, a algunos les cuesta más, a otros menos. Un grupo es bueno para ciertas cosas, el otro no, pero eso no quiere decir que no sepa o que no pueda aprender, todo lleva su tiempo. El aprender o estudiar es una cuestión de madurez, de comprensión, por eso a los niños pequeños primero se les enseña los números y las letras antes de leer y sumar.
Si ustedes conocen a algún estudiante, no le reclamen por sus calificaciones porque no están ayudándolo en nada; siéntense y díganle “en qué te puedo ayudar, qué hacemos para solucionar esto”. Bríndenle palabras de aliento, abrácenlo así no se siente solo, busquen ayuda de algún profesional si perciben que hay un daño.
Nadie nace sabiendo, todo en la vida se aprende y cada uno aprende a un ritmo diferente de los otros, porque ahí esta el chiste: que todos somos diferentes y únicos. ¿Se pusieron a pensar que aburrida seria la vida si todos fuéramos iguales y todos supiéramos lo mismo y todos hiciéramos lo mismo?
Yo sí lo pensé y no es el mundo en el cual quiero vivir. La diversidad es hermosa siempre y cuando la sepamos respetar, podemos aprender mucho de los demás y los demás de nosotros. Yo, por ejemplo, hablo con muchachos que no conozco en las paradas de los colectivos, si quieren les enseño cómo hacerlo y, además, como un plus, les puedo enseñar cómo perder el colectivo, porque mientras eso sucedía el chofer que lo manejaba me decía ¡Adiós!
Si conocen al muchacho que espera el colectivo a las 7:00 am los días lunes y estudia Letras, denle un fuerte abrazo de mi parte.
Sobre la autora:
Ángela Ferreyra, mejor conocida como Chuny, nació el 28 de julio de 1997, en Ituzaingó, una ciudad turística ubicada en la provincia de Corrientes.
Desde muy pequeña se interesó por la lectura y a la corta edad de siete
años comenzó a escribir cuentos breves donde relataba diferentes momentos de su
día a día. Le gustaba leer los cuentos de Horacio Quiroga, Los hermanos Grimm
como La novia del bandolero, El acertijo, El músico prodigio, entre otros. Ya
entrando en la adolescencia se familiarizó con García Márquez, Poe, Borges,
pero sin duda alguna los libros de autoayuda y psicoanálisis de Gabriel Rolón
eran y siguen siendo sus favoritos.
Participó de varios concursos literarios en su transcurso por la escuela
secundaria; con un cuento titulado “La casita del árbol” obtuvo el 2do lugar en
un concurso realizado por el municipio de su pueblo. También escribe para una
revista llamada “Mayéutica” en la ciudad de Ituzaingó, donde junto a otros
escritores buscan promover la lectura e incentivar a la escritura.
En la actualidad, es alumna de la Facultad de Humanidades y Ciencias
Sociales en la ciudad de Posadas donde estudia Profesorado y Licenciatura en Letras.
Luego de finalizar estas carreras, le gustaría estudiar la Licenciatura en
Grafología.
Se define a sí misma como una “escritora prematura”; sus textos son hechos
al azar, sin una preparación previa o idea pensada, son hechos en la marcha. Su
frase favorita: ¡disculpa aceptada, confianza negada!
La comprensión y el respeto, siempre serán el camino. Tu relato, Ángela, muestra este lado amable de la vida, donde los intereses despojados de toda norma tradicional juegan fuerte. Un ideal, que se pierde por la presión social pero siempre habrá una parada de colectivos.
ResponderEliminarPerdón, mí nombre es Aldo Samudio.
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