lunes, 1 de marzo de 2021

La tregua (Eduardo Santa Clara)

Las gradas de piedra antigua que se conservaban desde la edad media producían un eco enorme en ese pequeño túnel por el que caminaban, así distanciados, como si se tratara de dos desconocidos. Las luces fosforescentes de los faros alumbraban levemente el camino y se producía una sombra enorme, más grande que ellos mientras su vida se hacía cada vez más pequeña. Un antagonismo de la vida, del curso del tiempo, cuando los puntos son suspensivos, pero se sabe que pronto terminarán, su historia tendría un punto final, del cual ambos escapaban.

Un beso más, un abrazo de esos fuertes que reparan el alma, pero los brazos del otro ya no eran el hogar que habían conocido. Todo había cambiado. La disonancia de sus pasos simulaba el sonido que producen las manecillas del reloj, era el destino que anunciaba su llegada y ellos esquivaban.

Llegaron a la plaza pequeña al final del túnel y seguían sin tomarse las manos. Un silencio sepulcral yacía entre los diálogos que se avecinaban como avalancha. Unos llenos de amor, otros de odio.

Caminaron hacia el que fue su hogar, uno pequeño que presenció las mañanas y las noches, las puestas de sol y el brillo de las estrellas. Cuando se avecinaron a la puerta de entrada ambos prendieron un cigarrillo, ahogando las palabras que contenían con humo mientras se miraban fijamente, como si fuera la última vez y quizás lo era.

Ella sabía que al atravesar la puerta que la vio llegar a altas horas de las noches los fines de semana, se iba a enfrentar contra la persona que más amó, sin pedir nada a cambio, en una guerra civil que llevaban prolongando desde hace meses y que contaba con escasos días de tregua.

Los gritos se desataron cuando estaban en ese terreno neutral en donde tenían permitido expresar los sentimientos sin que el mundo los juzgara. Como balas saltaron las palabras que premeditadamente escogían para causar más daño al otro. Entre confesiones delirantes y verdades a medias salían las lágrimas de angustia, desesperación, amor, impotencia.

Al final terminaron abrazados, curándose mutuamente las heridas sangrantes post-guerra. Como en todo desastre natural, que el mundo vuelve a la normalidad, terminaban en la cama, proporcionándose ese amor del que se verían privados en un tiempo que ellos contemplaban lejano.

Ahora están ambos tranquilos, la guerra terminó, la paz por fin llegó. Pero el dolor prevalece, como fantasma se asoma a una pequeña rendija de esos nuevos hogares al cual ya no pertenecen. Se miran a través de estrellas fugaces, anhelan el reencuentro. Pero la vida les ha enseñado, que no se trata de hacer sólo lo que quieren, sino lo que necesitan.

En una citación a la corte del amor, se propuso la culminación de una vida que construyeron por casi diez años, ambos aceptaron. Pero en el veredicto se escondían unas letras pequeñas, como de las prescripciones, que advertía un dolor intenso, de esos que te dejan estancado en la mitad del living. Y se cumplió, el sufrimiento es el pan de cada día y el amor no se va.

Como si se tratara de una enfermedad sin cura, los dos intentan tratamientos alternos que les ayude a combatir el desamor. Sin éxito se ven tirados en las camas que ya no comparten, recordando con tristeza los tiempos tranquilos. En la cocina inventando nuevas recetas, o en la alcoba reescribiendo historias y relatos.

Una por una caen como copos de nieve, lentamente, las memorias que crearon. Lo que creían infinito caducó sin previo aviso. Entienden que las memorias que se ven contaminadas con el rencor que resguardaba el corazón, dentro de una coraza inquebrantable e inaccesible para el otro, no son verdaderas.

La vida les enseñó una lección, el amor no lo puede todo y ambos esperan que el tiempo sea su salvación.


Sobre el autor:
Eduardo Santa Clara de 27 años nació el 21 de julio de 1993 en la ciudad de Posadas, Misiones. Es estudiante del Profesorado de Lengua y Literatura en el Instituto Superior Ruiz de Montoya.

Sus autores favoritos son Julio Cortázar, Edgar Allan Poe, Horacio Quiroga y Gabriel García Márquez.


Contacto:
- Facebook: Eduardo Ariel Santa Clara
- Instagram: eduardosantaclara
- Twitter: eduarditosc






2 comentarios:

  1. Interesante Eduardo. Un relato dosificado por rupturas antitéticas, que van hilando el desarrollo de una historia carcomida por luz y sombra, vida y muerte, lo grandioso y nefasto. El fin de los tiempos se siente como una fría mano sobre la memoria de aquellos días felices que ya no llegan a ser nostalgias. Excelente.
    Aldo Samudio.

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  2. ¡Cuánta nostalgia provoca tu relato! Genial.

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