lunes, 7 de septiembre de 2020

Distorsión de la Imagen

Me levanté de mi aletargado descanso

y al reflejo me acerqué.

Esa mañana el tiempo se detuvo,

algo distinto noté. 

 

¿Las canas?,

¿los poros?,

¿las manchas?,

¿la flacidez?

 

Nadie me advirtió que el colágeno venía con fecha de vencimiento...

 

Recorro los garabatos que dibujan el contorno de mis bordes,

observo surcos de felicidad

con estampas

de llanto y de odio contenidos.

La piel nos delata.

 

La pesadumbre de la mirada no me permite ver qué fue lo que cambió.

La habitación se vuelve un laberinto sin salida.

Me pierdo en el eco del reflejo.

No me reconozco.

 

Llevo más de veinte minutos mirando la proyección de mi ser, sin poder

descubrir las verdades que no quiero saber.

 

¡Qué caso tiene! Mejor cambio este pedazo de vidrio

por uno que sea capaz de devolverme

a la persona que alguna vez el sol despertó

y no a este obsoleto reflejo,

 que el fuego marchitó.


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