lunes, 14 de febrero de 2022

Confusión y verano (Belén Laft)


El verano más ardiente de la historia sigue su curso, febrero parece un mes pálido que anhela un viejo carnaval. La ola de calor sofoca cualquier picardía y aletarga los encuentros. Pero la noche parece agradable hoy, un viento salvaje invita a salir a pasear y a jugar a provocar al azar. Un grupo de amigues acuerda encontrarse en el bar de siempre, ubicado en una esquina céntrica de la capital, donde las diferencias de la gente de la ciudad se encuentran en la vereda para brindar y se permiten una tregua como si fuera carnaval. 
Son las 03:45, se acomodan en una mesa de afuera después de bailar y escuchar una banda de funk. Entre tragos que vienen y van, la gente levanta más la voz, algunos llegan, otros se van, y las risas aumentan como el humo en la vereda. 
Gabriel manda audios diciendo que está con sus amigas, y les pide para sacarse una foto mientras las invita al cumpleaños de su amigo Emiliano, con el que estaba hablando, y el mismo con el que Rebeca tuvo un romance, breve e intenso para ella -y al que no podía olvidar- a pesar del tiempo, los cuerpos, las lágrimas y los intentos. Era uno de esos famosos flechazos a primera vista que termina en forzosa despedida. 
Ya habían pasado un par de inviernos pero de alguna u otra manera seguía astillado, molestando, ocupando espacio, sin poder amarlo, odiarlo ni olvidarlo. 
Gabriel lee en voz alta la respuesta de Emiliano, que bromea felicitando a su amigo por estar en buena compañía, haciendo referencia a Juana, a quien por lo visto conocía. Rebeca se tensa y agudiza sus sentidos como un zorro con el objetivo de captar toda la posible información que confirme si Emiliano estuvo con su amiga Juana o si mantienen algún tipo de relación íntima. Al mismo tiempo que Juana se escribe con Luciano, su romance actual, con el que Rebeca había tenido sexo ocasional hace unos años atrás y Juana sabía porque se lo había dicho Rebeca. 
Una angustia oprime a Rebeca, su respiración se vuelve pesada pero dentro de todo, lo maneja con mucha calma. Le pregunta a Juana qué onda con ese chico, si lo conocía o si tenían algún tipo vínculo. Y Juana, que al estar chateando con Luciano, entiende que se refiere a éste. Le contesta con tranquilidad que se ven cada tanto y que pasan juntos varios días, que la pasan muy bien y que disfruta mucho de su compañía, a la que califica como tierna y agradable. A todo esto, Rebeca queda muda y respira por los ojos que de pronto no encuentran punto fijo capaz de librarlos del garrón de mirar a su amiga enamorada del mismo varón que la dejó con el corazón roto, hablando sola en el frío de un invierno, y del cual creía seguir enamorada para peor de todos los males. Sólo atina a decirle que para ella fue el amor de su vida con la voz entrecortada, mientras desliga un trago de gin en su garganta. 
La idea de una vuelta romántica quedó completamente fracturada, más de lo que ya estaba. A Juana también se le desdibuja la cara con esa declaración, desesperada comienza a hacer preguntas: ¿Desde cuándo? ¿Cómo? Rebeca se rehúsa a responder y decide optar por resignarse antes que volver a indignarse como las otras veces donde cruzaba a Emiliano con su novia o con aquella amante que la había botoneado en un tema delicado. No la quería a ella, eso era lo único que quedaba claro, y a estas alturas, ella ya no lo necesitaba.
—Hace un par, ya no importa igual, contesta Rebeca.
—¡A mí sí me importa porque quiero entender!, reacciona Juana. Me siento como la mala de la película que se metió en tu historia sin saber. No sabía boluda.
Gabriel irrumpe en la conversación y trata de convencer a Juana de terminarla.
—No importa eso amiga, no sirve saber cuándo ni dónde… Lo importante es que y ya sabés lo que tenés saber. El tipo se maneja en la noche y ya sabías que esto podría pasar con Rebeca o con cualquiera. Esto es así.
—¡Pero yo quiero saber!, replica Juana.
—No hace falta amiga, contesta Rebeca y se suspenden en un incómodo y breve silencio.
—Me choca, pero ya no siento nada. Es como si algo que para mí era todo en algún momento, ya no lo es, como si lo hubieran extirpado, como un miembro fantasma que todavía siento que está, pero sin cuerpo.
—Yo no puedo creer que esto esté pasando, responde desanimada Juana.
—Pedimos la cuenta chicas y nos vamos, suficiente por hoy, interrumpe Gabriel.
Rebeca sabía que por más triste que fuera tenía que dar cierre a esa historia, había algo más fuerte que la propiedad privada, el egoísmo, la codependencia o todas esas cosas que tanto nombraba su psicóloga. Sabía que lo que sintió no fue un invento, Un amor profundo hasta los huesos y al mismo tiempo tan sublime y frágil como la sensación de sostener por primera vez a un bebé. Sabía que la magia de las miradas existía y que sonreír durante horas después de conocerlo no era algo que pudiera suceder sin que actuara la causalidad, a la que tampoco podía culpar por idealizar en exceso y no saber cómo amar. Después de aquel suceso, había dedicado meses, días y horas para resetear lo que entendía del amor, porque ya no había más lugar para una decepción como fue la anterior, y la anterior a la anterior y así. Llegó a su casa y pensó en la posibilidad de la revancha con Gabriel, “amistad con amistad se paga", pensaba, pero desistió porque estaba muy ebria y esa idea tampoco era la más adecuada al fin de cuentas. Se acostó acongojada, deseando no recordar nada.
Al despertar al otro día, la inminente realidad seguía. Ella sentía que tenía que actuar y enfrentar la situación con su amiga, que también le había dejado varios audios de whatsapp. Juntó el coraje para escucharlos. Sostener la tragedia cuando una persona que querés te cuenta cómo entrega y ofrece su mejor versión a tu ex y cómo viven una película romántica donde ya no sos la protagonista, a pesar de seguir conectada con los personajes, es algo con gusto evitable. La imagen de su amiga y el “ex amor de su vida” enamorados le resultaba inconcebible, un sinsentido que no le dejaba otra opción que sentirse doblemente egoísta y culpable por no soportarlo, sobre todo porque quería a sus exs lejos de su vida cuando la cosa ya no funcionaba.
Sabe que sólo la renuncia absoluta es la medicina para ese malestar. La certeza de la libertad que ella misma anhela como una expresión de su nueva idea de “amor” pero esta vez, le trae una sensación de alivio. Como si hubiera encontrado por fin una pieza que buscaba desde hace mucho tiempo.
Al darle play a los audios de su amiga, Rebeca descubre la confusión de Juana, que también creía que su enamorado tenía una historia con ella, e intentaba digerir su confesión de amor de la noche anterior. Rebeca lanza una carcajada y se da cuenta de lo tonta que pueden llegar a ser por “amor” y del alivio que siente al safar de eso.
—Yo nunca estuve con Emiliano ni pienso hacerlo amiga, es muy romántico y suave para mi gusto. Sólo hay buena onda por una anécdota que quedó del cumpleaños de Gabriel, y en todo caso, me gusta su hermano, contesta en un audio Juana.
—Igual me di cuenta de que ya no estoy enamorada de la misma forma, y ya no me duele tanto. Sólo fue un espasmo, dice en tono alegre Rebeca.
—Lo importante acá amiga, agrega Juana, es que nos dimos cuenta de que tenemos gustos diferentes.



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