I'm looking through you, where did you go
I thought I knew you,
what did I know
Suena esta simpática
canción otra vez. La alarma interrumpe mi sueño y me indica que tengo que
activar una mañana más. Bueno, en realidad ya está anocheciendo… La
imposibilidad de salir alimenta mi vicio de noctámbulo empedernido. Con un ojo
aún dormido y el otro ya activo, manoteo el aparato y luego reviso el mensaje que
me llegó al Whatssap. Es Ídem: Iso, es la única foto que te pude conseguir.
Una calle oscura con
iluminación paupérrima. Un auto escarlata del siglo pasado estacionado en una
acera. Una pierna emergiendo del vehículo y haciendo pie en la vereda. Todo
esto difuminado por la calidad de una lente fotográfica en movimiento. Si Ídem
pretendía aportarme claridad con una foto así, su intento ha sido más que vano…
Mi nombre es Juan de Dios
Isóscele; mi profesión, detective privado. Resido en una callejuela del barrio
de los Atajamales. Y a pesar de la naturaleza noble de mi profesión, tampoco
tengo permitido salir a hacer calle en estas épocas de cuarentena
absoluta. Ídem es el oficial aliado mío que mata sus horas patrullando la
ciudad, ahora totalmente vacía. Justamente esa es su misión en estos tiempos:
controlar que nadie quiebre la orden de estricto confinamiento hogareño, ni
siquiera yo: No soy yo el que te castiga Iso, es la ley; vos sabés cómo es,
jugás para el mismo equipo que yo…
Abandono mi cama de una buena vez. Me predispongo a comenzar mi tarde-noche. Abro mi notebook y lleno mi taza con los cereales para mi desayuno tardío; sí, esos de la caja con el pajarito de pico de colores. Estoy tras un caso de contrabando ilegal de cigarrillos. Las fronteras están cerradas y el desabastecimiento se está haciendo sentir con crueldad. Pero mi trabajo no consiste en hacer caso a los sentimentalismos de la abstinencia. Yo fumo para el lado de la rectitud.
Cuando me apresto a
iniciar mi actividad, la luz se corta. Otro apagón más y van… Quedo completamente
a oscuras; únicamente el destello de las pantallas de la computadora y del
celular me iluminan. Ni siquiera puedo contestar el mensaje de Ídem, la
conexión de internet no funciona sin energía eléctrica…
Para no interrumpir mi
labor, y para matar el aburrimiento, amplío la foto que Ídem me había enviado.
Luego de revisarla varias veces, noto que quien está descendiendo del auto
lleva puestas unas medias grises con el logo de Brasil 2014 que me resultan
familiares. ¿Dónde las vi antes?
Viene a mi mente entonces
un vago recuerdo. Un local, una botella de vino, una reunión de aficionados a
la enología, un vendedor que se expresaba como el mejor de los sommeliers; mis
ojos desviando la atención, apuntando hacia el piso y notando las medias en
cuestión. Ya está, ya recuerdo, puedo ponerle rostro a quien las portaba: el Dogo
Godoy.
¿Acaso existe alguna
probabilidad de que mi proveedor de buen vino se exponga a la venta de
cigarrillos transfronterizos?
No voy a quedarme con la
duda. Ante la imposibilidad de rastrear información alguna por las redes (sí,
tengo varios perfiles falsos de Facebook e Instagram que más de una vez me han
brindado pistas fundamentales), me aventuro hacia las calles.
Me instalo en la esquina
del local de El Dogo. A medida que voy acercándome, escucho murmullos que
provienen de su interior. Por la avenida que corta la callecita, veo pasar una
patrulla a gran velocidad. En ese instante, caigo en cuenta de que estamos en
cuarentena y que al encontrarme deambulando soy carne de cañón. No voy a
exponerme a que me suceda algo. Yo juego para la justicia, no soy yo quien debe
estar tras las rejas…
Decido entonces llamar a
la seccional haciéndome pasar por un vecino indignado y denunciar a la gente
del local por ruidos molestos y música fuerte, además del delito de reunirse
durante época de pandemia.
Arriba el patrullero al
lugar, con Ídem a la cabeza, y luego de tocar la puerta varias veces sin éxito,
los agentes policiales irrumpen en el local. Yo, escondido detrás de un árbol,
observo cómo del interior del recinto salen los policías con un grupejo de
personas, entre ellas El Dogo Godoy. Al rato, sale Ídem con varias gruesas de
cigarrillos de origen brasilero. Al renombrado sommelier y a sus cómplices les aguarda
una buena estadía en la cárcel por tráfico de cigarrillos.
La jornada ha sido
productiva y me ha servido como buena excusa para romper con la monotonía de
días de encierro hogareño. Más allá de las tensiones que causa el hecho de circular
por vía pública a merced de policías que no van a oír razones, me puedo retirar
con la hermosa sensación del deber cumplido y la conciencia de que algo ha
quedado bien claro para todos: La justicia sólo fuma nacionales.
Soy Juan de Dios Isóscele,
detective privado del barrio de los Atajamales. Regreso a mi casa antes de que
la patrulla me vea…
bravo!
ResponderEliminarMuy bueno, muy bueno.
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