Hoy no habrá mucho misterio, en serio.
Me levanté y tomé las vitaminas. El ruido parecido al reloj del horno me dice que ya hay algo haciéndose, diciendo: soy tu almuerzo.
Abro la puerta, cierro rápido y veo el cielo, tan pulcro, tan suave como tu mejilla a la medianoche.
Me interrumpe el rociador con alcohol siendo esparcido por toda la cocina. Me pregunto cuántas motas de polvo quiere mover, por qué se empecina tanto en castigarse las manos.
Sigo afuera, veo la hoja de una palmera. No es chiquita, es mediana, caída en medio del corredor. La levanto, la tiro al pasto con cuidado para darle tiempo a las harmagatas a correrse del peso. Queda el hueco que tiene boca arriba y pienso en los mosquitos y en que por ahí llueve y la doy vuelta. Quizá les viene bien la sombra a los duendes del jardín. Me los imagino tomando tereré y en plena algarada organizando la próxima incursión al lavarropas para saquear medias.
Me silban, es él, desde la reja de su casa que está frente a la mía y lo saludo, le tiro besos, muchos besos.
Me interrumpen esta vez las lágrimas, por el peso de todo aquello sobre lo que incursiona mi mente al momento de saludarlo.
Quisiera abrazarlo, pero una calle demasiado larga y la reja de su casa me lo impiden.
Vuelvo a pensar en que quizá llueva y este no sea el otoño que soñé, no sea el preludio del invierno que quiero. Saco con cuidado una flor, la que siempre estuvo en el cantero de casa. Es blanca, hermosa, y al entrar la guardo dentro del libro porque no tengo fotos de vos, pero si puedo detener el tiempo en ella, esperar a que seque y luego enmarcarla, sé que ahí estarás, como estuviste en mi mente ese instante. Espero con todas mis ansias y ganas que tu invierno sea invierno y yo un poco tuya al fin.
Sobre la autora:
Nadya Mazur se ha llegado a olvidar cuántos años tiene, ahora sabe que cumplió 23. Es de Oberá, su patio tiene una lluvia de oro, un durazno y había un limonero. A su perro lo nombró Draco por la primera saga que leyó a los 11. Vivió lo típico de Wattpad; no le gustó nada. Por suerte su mamá trabaja en la biblioteca pública y siempre dispone de cualquier libro que quiera. ¿Será que por eso estudia Letras?
Tiene un amigo al que felizmente llama padrino lectural de Kundera. Mati la llevó por el suave-deslumbrante-inquietante camino de la poesía y desde entonces ama los poemas de Cortázar. Antes de todo esto, en secundaria publicó dos cuentos: 'Rojo' y '36 Años Luz', gracias a certámenes literarios del país. Siempre escribe y apoya todo aquello que sea autogestivo, naciente, creciente, porque para ella y su Dios Osiris todxs tienen algo que decir.